Análisis político,Revolución Rusa, número 26

César Vallejo y la Revolución Rusa

Por Gerardo Rayo

No es para nada complicado perderse en la marea de los acontecimientos. La realidad en su totalidad impacta a los sujetos de tal manera que es capaz de arrastrarlos consigo. Así sucede con el impacto de las revoluciones entre sus principales actores y espectadores. Cuando Robespierre debatía en la Asamblea Nacional con los girondinos la idea de “expandir la revolución”, denunciaba su discurso belicista y juego en favor de la reacción monárquica, de las monarquías europeas, y proponía defender la Revolución Francesa de los enemigos internos. La derrota de los girondinos en el gobierno en 1793 demostró que L’incorruptible tenía razón, pero no lo quisieron escuchar. Son excepcionales aquellas personas que son capaces de vislumbrar el futuro y orientar sus acciones en función de él, sin perder la perspectiva a causa del presente.

César Vallejo no sólo fue un poeta excepcional, de esos que nacen cada mil años, sino que también demostró su capacidad para criticar su presente y sus expectativas, para no dejarse deslumbrar por los acontecimientos y ejercer un pensamiento crítico incluso entre sus allegados.

En los escritos de Vallejo, ensayos y crónicas, de extensión breve, aparece el genio creador de Trilce gritando lo que necesita decir sintéticamente. Así, Vallejo logró distanciarse de ese marxismo burdo que toma a Marx como un dios: “Son éstos los doctores de la escuela, los escribas del marxismo, aquellos que velan y custodian con celo de amanuense la forma y la letra del nuevo espíritu, semejantes a todos los escribas de todas las buenas nuevas de la historia.”[1] Así, logra generarse una interpretación diferente a ese paraíso soviético inexistente. Pese a la versión oficial de los partidos comunistas, Vallejo observó el viraje de los burócratas en Moscú:

Otras tantas lecciones de libertad ha dado Trotsky. Su propia oposición a Stalin es una prueba de que Trotsky no sigue la corriente cuando ella discrepa de su espíritu. En medio de la incolora comunión espiritual que conserva el mundo ante los métodos soviéticos, la insurrección trotskista constituye un movimiento de gran significación histórica. Constituye el nacimiento de un nuevo espíritu revolucionario dentro de un Estado revolucionario. Constituye el nacimiento de una nueva izquierda dentro de otra izquierda que, por natural evolución política, resulta, a la postre, derecha. El trotskismo, desde este punto de vista, es lo más rojo de la bandera roja de la revolución y, consecuentemente, lo más puro y ortodoxo de la nueva fe.[2]

De tal forma, una lección del marxismo no era leer con devoción a los autores, sino el espíritu crítico, la capacidad para adaptar la teoría a la realidad y no usar la realidad para un capricho intelectual. Por eso, Marx, Lenin y Trotsky representaban para Vallejo esa perspicacia, grandeza intelectual y compromiso con la revolución. De ahí la necesidad por enunciar, aunque no aparece así en sus textos, la burocratización del Estado soviético. Esa agudeza intelectual llevó a Vallejo criticar lo que el mundo sabría en su versión más radical: el aniquilamiento de los bolcheviques de 1917, y muchos otros destacados funcionarios soviéticos, en los procesos de Moscú. “Así pues, si el Soviet no les sienta la mano a los pequeños burgueses de Rusia, todo lo que se sueña será inútil. El comunismo de guerra o la reacción. Trotsky o Stalin.”[3]

La Revolución de Octubre representaba para Vallejo el anhelo y realización de justicia, de una justicia material y no de una abstracción inventada por intelectuales. “Solamente el marxismo ha concebido la justicia como una función en marcha de las fuerzas sociales, como un proceso viviente y cambiante del equilibrio de la historia.”[4] Y comprendía que la construcción del socialismo no se realizaba con la declaración al respecto del partido. “Ya he dicho en otra ocasión que las relaciones marxistas de Rusia —con ser de un gran sentido vital e histórico— no pasan, hasta este momento, de mínimos pasos hacia el orden socialista.”[5] Diferenciándose así, de los fanáticos, acríticos y de los reaccionarios. “El pueblo ruso sufre todavía y sufre profundamente.”[6] Sufre por muchos lados, desde el plano interno hasta el externo y el asedio de los países capitalistas a la URSS de forma militar.[7]

Una revolución implica cambios estructurales y culturales, de ahí que la crítica del arte soviético fuera parte integral de su visión del Octubre Rojo. El arte socialista, en 1928, aún no existía desde la postura de Vallejo. Para ello hacían falta muchas transformaciones previas. Así caracteriza a Maiakovski como un bufón y a Block como “el último suspiro del arte burgués” y sobre Kleuf, “un burgués indigenista”[8]. La poesía socialista para ese entonces no es más que buenas intenciones para esos artistas. Sin embargo, el arte debe seguir sus propias reglas, sus propias pautas y no restringir el genio creativo de los artistas. De lo contrario, se hacen burdos panfletos y propaganda.

Sólo un hombre sanguíneamente socialista, aquel cuya conducta pública y privada, cuya manera de ver una estrella, de comprender la rotación de un carro, de sentir un dolor, de hacer una operación aritmética, de amar a una mujer y de levantar una piedra, de callar o de llevar una migaja a la boca de un transeúnte, son orgánicamente socialistas, sólo ése puede crear un poema auténticamente socialista. Sólo ése creará un poema socialista, en el que no trate de servir a un interés de partido o a una contingencia política de la historia, sino el que viva una vida personal y cotidianamente socialista.[9]

Después de su exilio en París, César Vallejo intensificará su actividad política y artística, siendo un crítico radical, pero, sobre todo, un poeta socialista. Un poeta que estuvo en busca de su propia revolución, pero que le fue negada. Un poeta que defendió la Revolución Rusa y la criticó al igual que lo hizo con la española. Ese poeta que sufrió intensamente y vivió para escribir. El poeta americano que pocos recuerdan por sus humanas palabras y su compromiso político. El poeta del Perú que murió en París una tarde lluviosa, una tarde de la que ya tenía el recuerdo.

[1] “Las lecciones del marxismo”, Variedades N°1090, Lima, 19 de enero de 1929, p. 354 en César Vallejo, Crónicas. Tomo II: 1927-1939, prólogo, cronología, recopilación y notas de Enrique Ballón Aguirre, Universidad Nacional Autónoma de México, 1985, 673 p.

[2] Ibíd., pp. 356-357.

[3] “La consagración de la primavera”, Mundial, N° 406, Lima, 23 de marzo de 1928, Ibíd., p. 238.

[4] “Acerca de la Revolución Rusa”, El comercio, Lima, 28de abril de 1929, Ibíd., p. 395.

[5] “La verdadera situación de Rusia”, Mundial, N° 470, Lima, 21 de junio de 1929, Ibíd., p. 426.

[6] Ibíd., p. 429.

[7] “Las fuerza militares del mundo”, Mundial, N° 430, Lima, 7 de septiembre de 1928, Ibíd., p. 292.

[8] “Ejecutoria del arte socialista”, Variedades, N° 1075, Lima, 6 de octubre de 1928, Ibíd., p. 305.

[9] Ibíd., p.306.

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