A 50 años del 68, número 30,Análisis político

A 50 años del 68 senegalés

Por Alfonso Archundia

— ¡Pum!

Es la justicia que se ha caído del pedestal. ¿Pero cómo es posible, si yace tendida desde hace cincuenta años, qué acaso el tiempo no enmudece sus ecos? Ciega, su figura se arrastra, incapaz de levantarse, busca al tanteo sin poder distinguir luces ni sonidos, pues al caerse ha perdido su preciosa espada y la balanza parece haberse quebrado sin reparo.

A lo lejos se escuchan voces, es la efervescencia de la juventud. Un volcán próximo al punto de ebullición. Sal a la calle, mira a la cara a los transeúntes: unos corren, otros callan. En la radio tañen los Beatles, se difunden los discursos de Luther King; observamos la calle, la gente que pasa y es fruto de sus circunstancias.

Se ha acusado —injustamente— al movimiento senegalés de 1968 de presunta copia de su homólogo francés. Un juicio apresurado, pues si bien este evento tuvo influencias del agitado ambiente internacional de aquella época: de la guerra fría y por supuesto de los procesos de descolonización del tercer mundo, tuvo sus inicios en su dinámica propia, aquella que la separa terminantemente de los otros movimientos obrero-estudiantiles gestados en el ’68.

No hacía mucho que Senegal había consumado su independencia de Francia, por lo que los lazos entre la metrópoli y la nueva administración no habían desaparecido del todo, y continuaban rigiendo la vida cultural, social y académica de Dakar. En la Universidad los profesores y administrativos eran franceses; en el estudiantado imperaba la multiculturalidad: franceses, africanos provenientes de países francófonos, incluso chinos, pero en una minoría estaban los senegaleses. Esta minoría abanderaba al Panafricanismo, estaban de moda los ideales comunistas, el maoísmo, y por supuesto, la izquierda radical era el pan de todos los días.

Con las reformas al bac (título de bachillerato) en 1967 se abre la caja de Pandora. Al aumentarse la matrícula se entraba a una crisis respecto a la distribución de becas.

Las becas ayudaban a los estudiantes senegaleses que venían de provincia; simbólicamente, representaban un estatus de los universitarios. Estar en la universidad insinuaba una promesa de radiante éxito (Guèye a Jolys: p. 2). En el momento en que el gobierno de Leopoldo Sanghor decidió dividir las ayudas económicas ponía en riesgo este simbolismo y calidad de vida de los jóvenes.

En ese ambiente politizado de la universidad, se propició el esparcimiento del pensamiento izquierdista. Los ecos de Latinoamérica y el Che, de la revolución de Mao y las teorías marxistas-leninistas impactaron en el pensamiento de la época.

Las voces no se quedaron calladas. Entre las demandas se presentó la africanización. Una exigencia que tachaba al presidente Sanghor de afrancesado, continuador del neocolonialismo. Sin embargo, esta transición marcó la paradoja de los jóvenes senegaleses: deseando suprimir la influencia francesa de los principales centros de enseñanza pero sin perder la validez de los títulos en Francia. La instauración de las reformas afectaría igualmente a las becas francesas; cuantiosamente más generosas que las becas africanas. Por otro lado, el movimiento criticó a un régimen perpetuador del neocolonialismo (permitiendo abusos como el maltrato de jornaleros), pero la organización se llevó a cabo con una profunda influencia gala.

El campus universitario fue ocupado por los huelguistas. La respuesta del gobierno de Senghor fue la brutalidad a través de la fuerza policíaca. Una lucha feroz.

Los sindicalistas llamaron a solidarizarse con los estudiantes, y al alzar la voz también exigían por ellos. Las calles fueron tomadas por el gentío. Salía a las calles a protestar por la representación de sus hijos –son los hijos del Senegal-. Los disturbios se extendieron por todo Dakar, sobre todo en los barrios marginales.

Al final los daños son cuantiosos; para las autoridades hubo un muerto y 69 heridos, los insurrectos afirman cuatro defunciones y más de cuatro centenas de heridos.

Se anunció que el 23 de septiembre de 1968 el prestigioso Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán sería entregado al presidente y poeta Leopoldo Senghor. Como lo sugiere Odile Jolys (p. 6), el Sr. Sanghor no podría salir del país sin haber controlado el affaire estudiantil, preocupándole su prestigio internacional. Se llama a negociaciones con los jóvenes; se firma acuerdo el 14 de septiembre, las becas serán mantenidas, la universidad es reabierta y los estudiantes extranjeros pueden regresar.

Fue una victoria momentánea para el movimiento. Sin embargo, las protestas continuaron en 1969 y posteriormente evolucionaron conforme el correr del tiempo. La problemática estudiantil continuará adaptándose entre sombras y nuevas siluetas. Pero se recuerda esta hazaña que modeló la vida política, académica y cultural de Senegal hasta nuestros días.

Es de esa manera que Mnemosine se apiada de la Justicia. La toma del brazo y la erige con potestad; la viste de laureles y la arregla con perfumes caros y colguijes. De la boca de la memoria salen los recitales, las liturgias conmemorativas como hubiera escrito alguna vez Gutiérrez Vega. Ella ensambla la desquebrajada balanza, luego levanta a la ciega para devolverle su corroída espada y colocarla en el pedestal. La bella señora espera que la Justicia se alce en gloria y dé un tajante espadazo.

Según la cronología de Francis Kpatindé publicada por el periódico Le Monde:

  • 19 de octubre de 1967: Leopoldo Sédar Senghor, primer presidente de Senegal independiente, decide fraccionar las becas estudiantiles a causa del aumento de la matrícula estudiantil: solamente abonando diez meses de doce.
  • 18 de mayo de 1968: La unión democrática de estudiantes senegaleses (UDES) prepara una protestas en la Universidad de Dakar.
  • 24 de mayo de 1968: La UDES decide continuar la huelga ilimitadamente a partir del 27 de mayo.
  • 27 de mayo: Se ocupa la Universidad.
  • 29 de mayo: Las fuerzas policíacas entran a la universidad y desalojan a los estudiantes. Los nacionales son enviados a los cuarteles; los extranjeros son expulsados. Ante la represión, los trabajadores se solidarizan y llaman a una huelga general.
  • 31 de mayo: El movimiento se apaga en su totalidad en las ciudades. en París, la embajada de Senegal es ocupada por la Federación de estudiantes de África Negra en Francia (FEANF).
  • 4 de junio de 1968. Apertura de negociaciones entre el gobierno y la Confederación Sindical de Trabajadores. El 9 de junio los estudiantes y sindicalistas arrestados son liberados.
  • 6 de septiembre de 1968. Se abren oficialmente las negociaciones entre el gobierno y la UDES. Los acuerdos se firmaron el 14 de septiembre. La Universidad de Dakar reabre sus puertas; se aumentan las becas. Los estudiantes extranjeros expulsados tienen autorización de regresar a Senegal.

Fuentes de información:

Hemerografía.

Videos.

Internet.

 

 

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