Escribir para transformar,¿Democracia en México?, número 29

El paro nacional

Por Omar Cabrales

Clemente Lucumí, líder afro de los docentes del Chocó tuvo la segunda reunión con la ministra, antes de irse definivamente a paro con el sindicato que lideraba. Le dijo que éste era inminente ante el incumplimiento por parte del gobierno de los acuerdos pactados el año pasado, que las cosas se habían agravado por la falta de recursos básicos para el mantenimiento de los planteles y el pago de los salarios de los maestros, el problema de la salud y que además la situación era insostenible en las aulas con la penetración de las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el nuevo Ejército de Liberación Nacional, potenciado con los que se desmovilizaron de las mismas FARC y no encontraron el camino en las zonas de concentración, pues… no sabían sino matar. Que además, las autodefensas gaitanistas se habían cargado a 17 líderes afro, dentro de los cuales había 5 de sus mejores profesores.

Afuera los piká sonaban champeta de la brava y la ministra trataba de que no se le corriera el maquillaje con el calor abrazador en ese palafito inestable y que los mozquitos no la terminaran de devorar:

—Ayúdeme Lucumí, aguante sólo unos meses más, ya el gobierno va de salida y no puedo cerrar con otro paro porque no me dan la embajada que me merezco. Mire que para usted hay buena plata y la beca para la maestría que le prometí en México.

—Esto no depende ya de mí señora ministra, le cuento que ya se cuadró con el Clan para que durante el paro anual de la asociación de mineros del Chocó, que como siempre debe presentar un pliego innegociable, se bloquee la carretera Panamericana, se tumben unas torres de energía, se dinamiten unos puentes y acueductos y todos los otros sindicatos de obreros y maestros, incluidos nosotros, las asociaciones de Quibdó y los municipios aledaños, las fuerzas vivas de la comunidad, agremiaciones, la gente del partido político de las FARC (los que sí se desmovilizaron), grupos políticos minoristas, indígenas, disidencias, comerciantes informales, raizales y sindicatos; mantengan las marchas y las protestas durante el día y la noche por lo menos durante 15 días, mientras se movilizan 34 toneladas de armas de las caletas de las FARC (la mayoría de las que se le entregaron a la Organización de Naciones Unidas  eran de juguete), dispersas en 7 Departamentos, y 49 toneladas de coca del bajo Putumayo, Huila, Tolima y Guaviare, hacia el puerto de Buenaventura, que ya están vendidas, al igual que las armas, a diferentes organizaciones mexicanas y de baja california.

—No sé si quiere que le siga contando, entenderá que ya todo esto por su seguridad…

—Lucumí, ¿Qué me está dicendo? ¿Me está amenazando? ¿Acaso no me va dejar salir de este rancho asqueroso? ¿Es que no ve mi esquema de seguridad?

—Ministra, debajo de este rancho hay dos canoas cada una con 10 negros armados de machete y detrás de cada palo que ve en la selva también, pero con fusil, hablamos de unos 200.

—Le sigo contando…

— ¡Gregoria, traígle otra totumada de guarapo a la Ministra!

— La orden es mantener y demorar la revuelta en varios frentes y por ningún motivo dejar bajar los ánimos, para lo cual se han contactado agremiaciones sindicales y sociales de otros lugares del país, de manera que se unan a las protestas diez días después de haber comenzado la nuestra y luego se la lleven en relevos a otros lugares del país donde hay líos sensibles a la comunidad: Las comunas de Medellín, los desaparecidos de Soacha, el caos de Tumaco, los problemas de la frontera con Venezuela, Trasmilenio en Bogotá, el tema de la corrupción, etcétera. Se ha hablado también con líderes de venezolanos inmigrantes desempleados, o sea casi todos, para que se unan por algo de sopa y hospedaje durante los días que se mantenga la minga. El hecho señora ministra, es que la masiva manifestación de inseguridad y caos debe sostenerse al menos un mes así el gobierno nos ofrezca el cielo y la tierra, de manera que las fuerzas policiales se dispersen en el control de saqueos, retenes y represión de los manifestantes, lejos del puerto.

 

Evidentemente, los daños colaterales prometidos por los organizadores son lo que le sirve a la comunidad, usted me entiende, pues como una forma de pago al apoyo de los participantes van a aprovechar para robar cajeros automáticos, quemar y saquear pejaes y almacenes, de manera que al menos se hagan a una licuadora.

 

Se sabe también, que el Clan prometió diferentes ayudas y subsidios a todos los líderes para que estos los distribuyan entre los campamentos de sus grupos de manifestantes: si el paro dura los 15 días programados, inicialmente habrá tejas, bultos de cemento y mercados para que repartan entre su gente. Si se mantiene 15 días más la cosa se pone buena, las prevendas son mucho mayores, ya se habla de dinero, armas y munición para quien quiera, y si es el caso, un kilo de pasta de coca para negociar… que eso es casi como efectivo.

 

Si el objetivo se cumple, de las 34 toneladas de las armas, al menos 24 van a pasar por acá y eso ya es ganancia, del resto se le dejan capturar al ejército unas 10 como factor de distracción, y como pago en algunas regiones en las que no hay grandes manifestaciones para que dejen pasar los camiones. En cuanto a la coca, usted sabe señora ministra que eso es lo que mueve de verdad la economía de la región, si se logra sacar en su totalidad, pues varias organizaciones de la costa Caribe se van a sumar a la causa, superaremos todas las expectativas y ahí sí habrá plata para pupitres y para pagarle a los maestros lo que se merecen por su esfuezo y dedicación.

 

La ministra, indignada, salío tratando de que los tacones no se le enterraran en el barro. Se montó en su camioneta blindada y de regreso a Quibdó a las seis de la tarde, en plena selva y bajo un agucero torrencial que no dejaba ver a cinco metros de distancia, su caravana fue arrastrada hacia el Atrato por una montaña de lodo y piedras.

 

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