Análisis político,Gentrificación, espacio público y desplazamiento, número 22

Mérida: un Centro Histórico sin yucatecos

Rodrigo E. Ordóñez Sosa

La ciudad de Mérida, Yucatán, actualmente está en un proceso de gentrificación que impactó directamente en la configuración del espacio social y arquitectónico del Centro Histórico, convirtiéndolo en un bazar donde se ofertan las mercancías más variadas así como una cartelera de eventos culturales encaminados a mantener el arribo de turistas. Con esto, los habitantes originales de esta zona fueron desplazados lentamente hacia otros puntos de la ciudad, debido en gran parte al vertiginoso cambio de las condiciones de vida con el asentamiento de cientos de comercios, cadenas de servicios hoteleros y alimentos, un complicado sistema de transporte que obliga a los peatones a transbordar de un punto a otro y la aprobación de un reglamento que regula el mantenimiento de los edificios coloniales, que conlleva un fuerte gasto para sus propietarios.

El proceso llamado gentrification apareció por primera vez con:

[…] la Revolución Industrial, especialmente en ciudades como Boston o Nueva York, donde barrios de obreros o clases populares empezaron a ser ocupados por grupos sociales externos. Como proceso, se refiere al desplazamiento de la población originaria de un sitio por una nueva, cambiando el estilo de vida de un barrio, colonia o pueblo por precios de vida más caros, por ejemplo la renta o venta de viviendas.[1]

Entonces, la causa que originó la gentrificación del Centro Histórico está en el peculiar sistema de transporte urbano local y foráneo que es  ocupado como zona de transbordo no sólo de sus habitantes, sino también de los turistas cuyo destino son las ruinas arqueológicas de Chichén Itzá (ubicadas a 110 kilómetros de ahí) o las costas de la Riviera Maya (una amplia cadena de hoteles en la costa) concentrada en el estado de Quintana Roo. Debido a esta situación, las autoridades municipales iniciaron un proceso de concentración de rutas de transporte y núcleos comerciales que, como consecuencia directa, tuvo el aumento del tráfico vehicular, lo que obligó a los yucatecos a vender sus casas por las condiciones que las volvieron inhabitables.

            Con el establecimiento del área comercial, el sistema de transporte público quedó configurado en la modalidad de transbordo, es decir, de tu residencia tienes que descender en el Centro Histórico y abordar otra unidad a tu destino, el comercio se concentró en ese punto comprando varios predios en donde instalaron sus negocios de ropa, aguas naturales, comida o electrónica que exhiben a los peatones mientras caminan hasta 10 cuadras en pos del vehículo que los llevará a otro punto de la ciudad[2].

            Aunado a lo anterior, el actual sistema de transporte aéreo y terrestre hacia otras ciudades y estados del sureste mexicano tiene preestablecido, como punto de llegada, a la ciudad de Mérida para continuar hacia el destino elegido pernoctando una noche en la capital yucateca. Por esta razón, las autoridades decidieron crear una cartelera de eventos culturales y actividades artísticas en el Centro Histórico con la finalidad de prolongar la estadía de los turistas, aprovechando la existencia de hoteles y restaurantes que comenzaron a mudarse a esa área por la creciente afluencia de visitantes a la zona.

            A esta situación habría que sumar que el diseño de las calles meridanas, desde la Colonia, tiene un trazado que obliga a los conductores a atravesar el Centro Histórico cuando se dirige de un punto a otro. Ocasionando que el tráfico vehicular en los horarios de entrada y salida de las jornadas educativas y laborales sean las horas de mayor congestionamiento vial. Ante este creciente problema, la Policía Municipal de Mérida determinó pintar franjas amarillas (prohibitivas o de no estacionar sin importar que sea la puerta de tu casa) en toda la zona para mantener los dos carriles de circulación abiertos y disminuir el caos vial.

            Principalmente, el proceso de conversión del Centro Histórico en una zona comercial primero, luego en un punto de atracción turística a través de ofrecer una amplia cartelera de actividades y eventos culturales bajo el signo de lo “regional”, creó un programa denominado “Mérida en Domingo” que es promocionado por las agencias de viajes como una muestra permanente de los bailes regionales, como la jarana, y un espacio de degustación de la gastronomía yucateca. Pese a que cientos de familias acuden ese día a convivir, en realidad la oferta que existe no está pensada para ellos, sino más bien es una repetición semanal de los bailes regionales o exposiciones de ropa típica y artesanías, pensadas en vendérselas a los turistas.

            Con este recorrido general sobre el proceso de gentrificación, las implicaciones sociales como pueden adivinarse son la expulsión de los primeros habitantes de esta zona.  Quienes debieron sentir la transformación con la reforma a los reglamentos del primer cuadro de la ciudad, en lo concerniente al cuidado de los edificios calificados como históricos, que bajo esta categoría requieren una pintura especial, una elevada manutención, conservar en lo posible los materiales originales y estilo arquitectónico. Antes de iniciar cualquier trabajo, el propietario debe tener la aprobación de las dependencias del Ayuntamiento; así, este proceso representa un elevado costo debido a la naturaleza especial de los suministros.

            Pese a que las autoridades ofrecen un subsidio porcentual, dependiendo de los trabajos, por ejemplo sólo  la pintura se estima que tiene un costo superior a los mil pesos, es insuficiente. Ante esta situación, muchos optaron por abandonar sus casas y esperar que el deterioro del paso del tiempo las derrumbe, ya sea para utilizar el terreno o transformarlas ya que sus fachadas están insalvables. Mientras que otros habitantes decidieron vender sus propiedades a las cadenas comerciales y tiendas de autoservicio. Así, los inmuebles históricos como la Casa de Montejo, fue vendida a una firma bancaria para que se ocupe de los gastos de mantenimiento, que ni el Municipio podía cubrir, ya ni hablemos del Estado.

            Otro ejemplo de los elevados precios que adquirieron los predios en esta zona urbana es la predominancia de propietarios extranjeros que compraron estos inmuebles, quienes en algunos casos compraron manzanas enteras que continúan simulando ser más de 12 viviendas, cuando en realidad es una sola casa ampliada en todo este terreno.[3] Esto se debió a que los precios les parecieron muy bajos, sin problemas pudieron  absorber los costos de mantenimiento de las fachadas, siempre y cuando pudieran realizar modificaciones al interior de sus predios.

            En lo concerniente a las actividades culturales, recordemos que “[…] la cultura, la creatividad, la multiculturalidad, son explotadas, instrumentalizadas por lógicas de mercado globales que exterminan toda especificidad local original reemplazándola por espacios estandarizados”.[4] Bajo esa lógica, los eventos que se presentan en los bajos del Palacio Municipal o que traen las autoridades estatales tienen como sello característico explotar la denominación “Maya”, cuando en realidad son espectáculos pensados en las expectativas de los turistas más que ofrecer un verdadero espacio que rescate las tradiciones que persisten de la herencia prehispánica, dándole prioridad a la herencia colonial o de principios del siglo XX.

            Aquí, lejos de atraer a los artistas o creadores como una fuente de prestigio o signo de comercio cultural, como ocurre con la colonia Condesa en la Ciudad de México, es más bien una expulsión de los mismos para crear espacios donde convivan los extranjeros o las clases elevadas, con la finalidad de elevar los precios o “poner de moda” ciertos establecimientos que promuevan una imagen de la ciudad “libre de yucatecos” o “cierta clase social”, con lo que podrán promocionar el lugar entre las agencias. En realidad se ejerce una discriminación velada en contra de los habitantes más que estimular su permanencia en determinadas áreas comerciales o urbanas.

            Como bien señalan los proyectos que se han desarrollado para hacer conciencia sobre este desplazamiento de los habitantes, en Mérida este proceso que vive el Centro Histórico comenzó a diseminarse en varios puntos de la ciudad, sobre todo con la clase alta reacomodándose al norte, cada vez ocupa más espacios en los barrios o comunidades marginadas en esa zona, con la consabida creación de plazas comerciales, avenidas plagadas de comercios o restaurantes que paulatinamente han obligado a quienes pertenecen a las clases sociales más bajas a emigrar hacia las zonas periféricas.

            Lamentablemente la ciudad tiene varias aristas que resolver en este aspecto, aunque el mayor peso se  concentra en los problemas laborales, viales y la carestía de los productos básicos. La memoria histórica es uno de los puntos que han quedado en el olvido, como si la agresiva diáspora de sus habitantes fuera un precio justo por pagar con miras a alcanzar la modernidad que es vendida como un futuro promisorio o alcanzable para todos. Mientras que la realidad es que poco a poco hemos perdido nuestras calles, más aquellas zonas que los elevados costos de sus rentas, servicios y centros de entretenimiento ejercen una velada discriminación para el resto de la población, cuyos salarios apenas alcanzan para su manutención.

[1] Consultado el 6 de enero de 2007 en: http://www.conacytprensa.mx/index.php/sociedad/personajes/2580-estudian-impactos-de-la-gentrificacion-en-mexico

[2] Esta situación está tan arraigada en los usos y costumbres del comercio que, pese a que existieron iniciativas para crear rutas de transporte que impidan el transbordo en el primer cuadro de la ciudad, los comerciantes se opusieron con marchas y protestas frente al Ayuntamiento con la finalidad de sabotear esta propuesta y conservar su nicho económico. Lo cual funcionó gracias a que los transportistas se sumaron a la misma con la finalidad de que los usuarios continúen pagando doble pasaje.

[3] El autor de este texto, trabajó varios años como jefe de Comunicación Social de la Policía Municipal de Mérida, quien logró entablar pláticas con los dueños de esos predios o acudió a los llamados de auxilio en el año 2006, en donde los mismos propietarios aclararon este punto y la razón de la compra de esos mismos terrenos.

[4] 2017:9 en: http://www.lefthandrotation.com/museodesplazados/publicaciones/Ext08_gentrificacion.pdf

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