Apropiarse el espacio, (re)construir la ciudad, número 27,Escribir para transformar

Días van

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Por Yamil Botello

Hazlo. Sé que deseas hacerlo, pues te pareces a tantas otras personas que llegan a ese punto con la misma intención que tú. Cerca de dónde comienza el túnel es dónde esperas que termine tu vida. Crees que será sin dolor, algo rápido y que ni siquiera sentirás cuando el impacto destroce tu cuerpo en pedazos y cada pieza perdida de tu ser convertido en un enorme rompecabezas se atorará entre las vías, ocasionando que todas esas personas que están esperando su tren tengan que llegar más tarde. Algunos siguen conservando un poco de su humanidad pero te aseguro que lo que provocarás en la gran mayoría, será una rabia justificada, pues por tu chistecito harás que lleguen tarde a sus trabajos, a sus escuelas y respectivos domicilios. Sé que quieres hacerlo y créeme que no me importan las razones, cada quien tendrá una más ridícula que la anterior en esa enorme fila de tipos como tú que miran las vías mientras sienten que el estómago se va desvaneciendo. Piensas en tu familia y lo mucho que los vas a echar de menos, pero sí ya tuviste ganas de hacerlo entonces no solo deberías sentir tristeza, sino vergüenza, amiguito. Estas personas ya vivieron mucho desde el mes pasado como para ver otro cadáver tan de cerca.

No lo hizo. Es un cobarde o quizás alguien con exagerada consciencia social. Así es chico, nadie tiene la culpa de que odies estar con vida. Comprendo cómo se siente pues muchas veces me he mirado al espejo sintiendo asco por todas esas características que siento que van arruinando mi vida. Para empezar el hecho de que no pueda verme bien en el reflejo sin ponerme unos enormes lentes de fondo de botella que hacen que una linda chica como yo se vea horrible. Dicen que con mis lentes pueden ver el futuro, si es así, entonces siempre estoy viviendo en el mañana, de ahí que me sienta tan desorientada todo el tiempo. No me prestas atención a pesar de que llevo un buen rato aquí, al otro lado de las vías, viendo como coqueteas con tus intenciones sin que nadie sienta un poco de preocupación por el estado en el que te encuentras. Llega el tren de mi lado, pero decido ignorarlo mientras dibujo unas cuantas tonterías en mi cuaderno de notas que antes usaba para escribir poemas. Actualmente estoy haciendo un oso de peluche mecánico encima de uno llamado “El viento”, que ni siquiera recuerdo el momento en que fue concebido por mi débil mente de catorce años. El osito se ve muy bien. Le puse unos audífonos de la marca Raider, Apple o Samsung que te puedes llevar a sólo veinte pesos con cualquiera de esos esbirros que deambulan por los andenes. Es el peluche que cualquiera desearía para navidad. Si hubo gente que se compró un Fidget Spinner sólo por moda, suena creíble que alguien puede gastar sus ahorros al querer comprar un Cybear. Firmé mi obra y entonces cambié de página mientras tú seguías viendo las vías, como si estuvieras hipnotizado.

Se supone que Jessica iba a llegar temprano, pero así es ella. Siempre dice una hora sólo para llegar veinte o treinta minutos después, disculpándose y protegiéndose en la misma excusa sobre su hermano que no entendía su tarea de la primaria. El chico entró a la secundaria el año pasado, es sólo una mentira que utiliza cada que a su novio se le antoja ir a cogérsela en su cuarto, poniéndole seguro a la puerta. Hoy vamos a ir a la pista hielo del zócalo, es la primera vez que iré desde que aprendí a patinar así que estoy muy emocionada. Escucho “Don’t bother me”, de Tashannie, porque es la canción que suelo bailar cuando juego Pump it Up en el cuarto piso de la Fan Freak Center. Es una buena canción, divertida y fácil de aprender aunque no sepas un carajo de coreano. Aparto algunos de mis cabellos de mi rostro porque ya es bastante molesto tener estos malditos lentes. Debería cortarme el fleco a lo Dora la exploradora. Me veré ridícula pero será muy práctico. ¿Todavía no te decides en lanzarte, amigo? Es el segundo tren que dejas pasar.

El área de mujeres en la línea 3 del metro no suele ser un lugar muy agradable. Es decir, no es como que sea peor que estar amontonada entre todos esos sujetos que se sienten con el derecho de tocarte el culo, pero igual está la problemática naturaleza de las histéricas señoras que suelen pelearse por el asiento a un lado de la puerta. De entre los primeros vagones reservados aparece un vendedor de discos que reproduce a todo volumen su escándalo con lo mejor de la banda del 2017, como si fuera algo completamente distinto a lo que había el año pasado. Me observa, se burla un poco mientras cuenta las monedas con una mano y las guarda en su cangurera. El bastardo me hace una seña obscena tocándose los testículos que hago como que no veo, mientras dibujo al joven que se aleja de las vías para acercarse a la pared. Se recarga y pasa sus manos por su cabello mientras se va dejando caer al suelo. Relaja las rodillas y mira el techo, preguntando la razón por la que su vida debe ser así de miserable. A unos escasos metros hay una joven, más o menos de su edad, que lo mira con curiosidad. Si soy sincera, es una chica preciosa en todos los aspectos físicos, tanto su cuerpo como su rostro parecían haber sido esculpidos a mano cuidando cada detalle. El amigo suicida tampoco era nada feo. ¿Por qué estás considerando el suicidio entonces, chavo? Sólo debes girar un poco la cabeza y ver cómo te está mirando. Hago el intento por dibujar el momento con un estilo de anime romántico lo suficientemente gay como para que le guste a las niñas de trece años y a uno que otro jotito. No es muy común que una chica le diga así a los afeminados, pero no veo por qué no habría de hacerlo. Me gusta cuidar las sombras así que no te preocupes amigo, esta imagen va a salir muy bien. Sólo tienes que darte la vuelta y ver a la chica para que se vea todavía más lindo el momento.

Otro tren, con este van tres. La joven desaparece entre la multitud y a ti apenas se te ocurre mirarla. Puedo notar en el brillo de tus ojos que te percataste de lo linda que era y de la bonita pareja que pudieron haber formado. Es por eso que pateas el suelo y contienes tus gritos mientras aprietas los puños. Pudiste haberle hablado, pero estabas demasiado ocupado pensando en tus ridículos problemas. No te preocupes, no eres el único en este mundo al que le sucede eso. Ahora tal vez nunca la encuentres de nuevo. Puede que hagas el intento frecuentando este metro a las mismas horas que hoy, pero ella buscará otras rutas, o puede que las circunstancias que la trajeron a este camino eran únicas e irrepetibles. Pero estarás ahí, esperándola un largo rato con un ramo de rosas imaginario y practicando una conversación que jamás va a suceder. Te levantas y ves de nuevo las vías. ¿Una razón más a la lista? No te culpo.

Mi teléfono empieza a sonar, interrumpiendo el beat de Caution. Sólo son mensajes de Jessica en dónde pide disculpas por el retraso. No hay problema amiga, ya sé que naciste así. Va a llegar en cinco minutos aproximadamente y, ya que no vive tan lejos de este metro, seguramente me pedirá que no me mueva. No soy fanática de pasar demasiado tiempo bajo tierra. Si lo ves desde un punto de vista lo suficientemente tétrico, todos los días en los que te mueves gracias al metro son horas en las que te acercas un poco más al infierno. Así que, si tú tienes curiosidad por saber lo que es la muerte, no es necesario que te tires, amigo mío, sólo visita la línea de la que provengo y llega a la terminal Barranca del Muerto. ¿Qué te tiene tan deprimido? Dime por favor que no es por una mujer porque entonces sí me voy a enojar contigo. No tenemos nada de especiales, además de ser hermosas y más inteligentes que ustedes, la mayor parte del tiempo hacemos exactamente la misma clase de tonterías que el sexo masculino. Además hay muchas, demasiadas, alrededor del globo terráqueo y todas ellas estarían deseosas de andar con alguien tan lindo como tú. ¡Es más! Espérame a que termine de ponerle el sombreado a la chaqueta de cuero de la chica que se acaba de ir y voy ahí para hacerte compañía.

Un nuevo tren se detiene justo frente a mí y de él sale una mujer descalza con un niño de cara sucia y prendas rotas. Cambio de canción a “Funky Tonight” con lo que comienzo a bailar en mi lugar sin levantarme del suelo y terminando los detalles en el rostro del chico que desaparece de mi campo de visión mientras el conductor del tren frente a mí sale un momento para revisar que todas las personas desciendan con bien. Huele a madera quemada, deben ser las balatas. Usan madera para ahorrarse en piezas innecesarias considerando la eficiencia con la que la madera hace su trabajo. Alguien me da un zape y me exige que me levante mientras la canción se pone cada vez más disfrutable. Me encantan mis piernas, por eso disfruto usar esta clase de vestidos aunque esté haciendo demasiado frio. La chamarra blanca que me cubre hasta el inicio de los muslos me hace el favor de mantenerme caliente mientras me coloco una bufanda en la mitad del rostro tratando de ocultar mi identidad y mis marcas de acné en las mejillas. Jessica viene despeinada y la boca le huele a sudor, probablemente por haberle proporcionado una rica felación a aquel que le ha dado tan buenos momentos. Me pide que le diga la hora mientras el tren avanza. Me quito los audífonos y reviso mi teléfono a tiempo para escuchar el grito de una mujer desde el otro lado de las vías.

Creí que nunca lo ibas a hacer. Es una lástima.

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