Por Ángel Daniel Ramírez Herrera
El espectáculo comenzaba iluminado por el alba y terminaba con los rayos del ocaso. Los transeúntes observaban el etéreo paisaje, al grado de volverse inmarcesible ante su vista. Una joven danzaba a la par que cantaba, para muchos deleitarse de semejante espectáculo era como presenciar el nirvana, y sin darse cuenta se convertía en su serendipia. Algunos segados por el ímpetu de su limerencia, trataban de aproximarse a ella para finalmente ser rechazados; otros simplemente quedaban pasmados embelesando la vista. Los galimatías de los infantes cercanos se convertían en el coro de sus melodías. Ya al final del día, las arreboladas nubes y edificios cercanos se trasformaban en momentos inefables que ni la más sublime elocuencia puede describir.
Creo que el contenido es de una manera algo elegante en su manera en que lo describe por medio del autor que es una ninfa de sus deseos pasmados en este cuento