Por Indira Ríos (Honduras)
Como un avestruz
soterrando la cabeza
cuando la trascendencia daba un ultimátum
para reafirmar las palabras que profería.
Un pérfido que se llama camarada
y delata al resto cuando le capturan,
un lábil que idolatraba una palestra
y temblequea cuando el pueblo rescata
las calles entre barricadas.
Muérdanos que se proclaman mesías
buscando suplantar al soberano caminante en harapos
mezclando en su postinera demagogia
sollozos de vísceras mutiladas
de cuerpos que se amotinan aún desaparecidos.
Esos que con mensajes póstumos
saturados de una oquedad con logo de paz
pretenden encalar la sangre derramada
y sentarse a pactar con el homicida
que jamás se cansa de mandar francotiradores.
Quienes asestan besos de judas
al indócil abolengo de siglos
dando como respuesta en la contienda decisiva
el ominoso huir de sus piernas.
Los mustios zánganos
con profusa teoría
y precario amor
que viven parodias
porque les aterra vivir.
El amateur que entre copas
juró amar y defender
los cimientos de un proyecto
y lo abandona a la mañana siguiente.
¡Traidores!
¡Viles cobardes!
Sus teorías hiladas sobre días nuevos
que no se cansaban de repetir
eran monumentos grandiosos
construidos con convicciones de papel.
