Carmen Pichardo
Ciudad de México, mayo 2018
- De la sabiduría popular
es preciso no enamorarse
porque en más de una oportunidad
acostumbra equivocarse.
Dicen por el camino,
[dicen y se equivocan]
que entre dos que son caninos
como alimento no se tocan.
Dicen que entre gitanos
imposible en toda instancia
es tratar de leerse las manos
o cualquier otra mancia.
Y se atreven sin pudor
a declarar inexistente
la intencional punción
entre agujas disidentes.
Nada hay más lejano a la verdad.
Los perros tendemos a engullirnos
unos a otros sin ninguna disuasión.
No amor, no moral,
no preservación.
Solo apuntar a la yugular
y succionar, seccionar
y eructar. No más.
- ¿Ya miraste?
¿me viste bien?
¿me juzgaste?
olfateaste mi carne
y decidiste tragarme,
desgarrar,
aunque no te apetezca.
Decides calumniar,
herir, denunciar sin ciencia.
Te untas mi nombre
en las manos enardecidas
y escribes en las pantallas
con tal de verme caer.
¿Crees que no como perro?
No te debes preocupar.
Solo masticaré un poco
y te volveré a vomitar.
- Para [per]vivir en [esta] democracia
es preciso tiopental.
Eso de “se-requiere-estar-despierto”
es hablar por vanidad.
Este juego rasga
las pieles utópicas,
los cueros delgaditos
de los odres de ideales.
Cuando el encono
es el agua de beber,
difícil es no terminar
lengüigris en tiempo electoral.
La tinta indeleble
[resistente al fraude]
corre por las venas
mezclada con ira y desesperación…
[porque la nuestra no es una democracia, es una batalla campal por tratar de cortar las largas lianas de opresión que nos asfixian, que se han creado con los brazos de otros mexicanos que tratan de impedir que nos soltemos, por aquella profunda creencia que tienen en que nosotros somos quienes los ahorcamos, por esa profunda creencia que tienen en que nadie los está asfixiando a ellos, somos un nudo de lianas en lucha eterna por ganar un poco más de luz, un poco más de agua, un poco más de aire, mientras las orquídeas duermen sobre nosotros con perfecta serenidad]
Y es ahora cuando vuelvo a preguntar:
¿Perro no come perro?,
¿ni siquiera en tiempo electoral?
- Pero el momento llegará
en que nos podamos autodignificar.
Tengo la dignidad
para sostener tus ojos en mis manos
y exigirte sostengas mi mirada.
Cuando exhausta y encarnecida
te mire de frente para informarte
que resisto, que vivo y me sostengo
en el temblor de mis entrañas.
Que no has inoculado en mí tu semen,
que tu estirpe no mamará mi sangre para gestarse.
Que tu saliva no ha logrado ahogarme
y tu vaho se ha evaporado como lluvia en el asfalto.
Que no te has adueñado aún de mi decencia,
que no has vomitado y oxidado todavía mis columnas.
Que, sin importar tus infamias,
mi mirada sigue tan limpia como jamás ha estado.
Mi vida sigue en pie,
soy dueña de este suelo
que he regado con sudor,
con lágrimas de amor,
de agotamiento, de angustia.
Esta es mi estatura,
y terminarás mirándome hacia el cielo,
donde toda mi raza te devolverá la mirada
con una tormenta de rabia y poder
que terminará, inexorablemente,
disolviéndote como ceniza inerte
que el suelo tragará
y cuyo recuerdo
se desvanecerá
como se desvanecen
las palabras vacuas en un vendaval.