Por Karen Montes
“Fukushima tiene derecho a pedir el indulto, pero no se lo daré.”- Kandinsky 2016
— ¿Con la señora Rosa Barunta, Presidenta de la Comisión Lava Jaus? Tengo información de Kandinsky.
Rosa guardó silencio. Debía cuidar sus palabras, la llamada podría estar siendo grabada para ser usada en su contra. Sabía que sus colegas no dudarían en traicionarla si aquello les significaba una suma de dinero. No podía confiar en nadie.
— Se le harán llegar los documentos mañana a primera hora.
Cortaron. Aún no tenía claro cómo, pero Rosa sabía que la información recibida podría llevarlos al poder, la estrategia se tejería segundos después de que informara al partido. Levantó el auricular que aún se encontraba tibio y marcó en seguida, no había tiempo que perder.
Barunta, diputada electa por el partido Fuerza del Pueblo conocía el sinsabor de la derrota. En el 2016 Keilo Fukushima, su lideresa, perdió las elecciones ante Peter Kandinsky quien le superó con el 0.25% de los votos. No obstante, el poder no se escapó de sus manos pues, Fuerza del Pueblo logró la mayoría en el parlamento y ocupó 71 de los 130 escaños. Ese día supo que la guerra no se había perdido, la segunda batalla recién había comenzado.
Dos días después de la llamada a Barunta, la noticia reventó en los medios de comunicación. El presidente de la República estaba siendo acusado, por la comisión de investigación, Lava Jaus, de haber recibido coimas durante los años anteriores en que se desempeñó como Ministro. Barunta aseguraba tener documentos que lo incriminaban y exigía al mandatario declarar ante las acusaciones. Las opiniones sobre Kandinsky estaban en boca de todos. El país, que ya se encontraba dividido, se polarizó aún más. Algunos creían en la culpabilidad de Kandinsky y arremetían contra su gobierno, sus comentarios y su persona.
Otros especulaban que Fukushima planeaba un golpe de estado, que buscaba usurpar el poder por medio de engaños y artimañas políticas, y que Kandinsky era inocente e inmaculado. Argüían que los Fukushima calumniaban al mandatario y comparaban a Keilo con su padre, el ex presidente Aurelio Fukushima, quien, tras un tercer mandato, que culminó con un escándalo de corrupción, renunció a la presidencia vía fax tras fugarse. Se le procesó en ausencia y cuando intentó retornar al país años después fue condenado a prisión. Ante esta situación, Kandinsky, desde la cima de su arrogancia escupió al cielo y refiriéndose a los Fukushima aseveró: “Hijo de ratero es ratero, de tal palo, tal astilla.”
La tarde del 13 de diciembre, Keilo se reunió con su hermano Kevin, quien pese a los escándalos mediáticos en los que estuvo involucrado, como aquel en que se le hallaron 100 Kg. de cocaína en un almacén de su empresa, logró ser el congresista más votado de Fuerza del Pueblo.
— Keilo, hablé con papá. Me dijo que tenemos que aprovechar este pedido de vacancia. Escúchame bien, un grupo de congresistas y yo desistiremos de la vacancia, apoyaremos a Kandinsky con la condición de que lo libere. Serán unos diez, los suficientes para evitarlo. No nos conviene vacarlo por ahora. Tiene el apoyo del pueblo, nos sirve más como aliado.
— Jamás indultará a papá. Lo prometió durante su candidatura.
— Ya está todo conversado. Se sabe que dos de sus empresas recibieron coimas por más de 7 mil millones de dólares de Odermacht. Están desesperados y harán lo que sea para mantenerse en el cargo. Confían en el apoyo del pueblo. Hagamos que los que confían ciegamente en Kandisnky vean que él y yo somos aliados, así para las próximas elecciones me apoyará. Imagina, seríamos tú y yo en la segunda vuelta. Compartamos el poder, solo así ganaremos.
Keilo aceptó, pero se cuestionaba. ¿Cómo compartiría el poder con la escoria mediática en la que su hermano se había convertido? Esa era justamente la genialidad del plan, el Perú sabía que Keilo y Kevin solo compartían un desafortunado apellido, que Kevin se encontraba resentido con el ala del partido que la apoyaba y que Keilo menospreciaba al grupo de Kevin. Podrían compartir el poder, quizás, pero Keilo no podía evitar pensar que ésta podría ser una treta de su hermano para arrebatarle el poder que había conseguido. Con el apoyo de Kandinsky, Kevin se convertiría en una amenaza latente para Keilo y en un fuerte rival en las elecciones.
— ¿Aló? Te habla Keilo. Mi hermano está minando votos a favor de Kandinsky, te van a ofrecer proyectos a cambio del tuyo. Síguele el juego, pero graba todo, quiero esas conversaciones. No lo vacaremos esta primera vez, pero con esas pruebas sí lo lograremos y si mi hermano tiene que caer con él, que así sea.
La sesión para la destitución del presidente duró once horas y fue recién a las diez en punto de la noche en que finalmente inició la votación. Todo se efectuó de acuerdo a lo planeado. Kevin y sus “hombres X” se levantaron de sus asientos al unísono y abandonaron el hemiciclo. Se realizó la votación sin ellos, y por su abstención se rechazó el pedido de vacancia. El país celebró, todavía tenían presidente.
No pasó mucho tiempo para que Kandisnky se viera obligado a decir: “Quienes somos demócratas no permitiremos que Aurelio Fukushima muera en prisión. La justicia no es venganza.” Así cerró Kandinsky el mensaje a la Nación con que indultó, contra todo pronóstico, a Aurelio Fukushima. El Perú había sido estafado. Los aliados de Kandinsky intentaron salvarse renunciando a sus cargos y expresando su decepción. Era tarde. Las huelgas contra el indulto pedían sus cabezas. Habían traicionado al Perú.
Meses después, Keilo recibió la llamada que tanto esperaba.
— Señora Keilo, tengo muy buenas noticias, tengo grabados a todos: a Kevin, a la gente de Kandinsky y a su abogado. Es la estocada final mi señora, los tenemos.