Madai Camacho
Esqueleto de la vida, en pleno vórtice llévate la pesadez,
llévate al humano que expide miedo, y huele a vergüenza,
porque sabe a lastima y atormenta el alma.
Llévate la duda que nos deja inmóviles,
y la triste garganta, que no pronuncia ningún nombre
que es solamente el eco del silencio,
y mano atada en la eternidad de las décadas
llévate todo el rencor del que somos padre y madre.
Llévate contigo el odio y las guerras,
que envenenan no solo la piel presente,
sino también la generación que crece en nuestras palmas sucias.
Llévate contigo a los ojos empañados de dolor
que siguen la melancolía de la piel sin movimiento.
Y trae de nuevo las gotas de lluvia
para que se deslicen sobre todos nosotros.
Despierta al cerebro industrializado, y al corazón en sequía,
porque todo lo que veo, son fantasmas a mi alrededor.
Deposita tu cráneo sobre nosotros, en el seno de la discordia.
En los gritos de niños y el olor a tabaco.
Llévate todo lo que hemos hecho.
Por qué no existe bien y mal sólo el dualismo inconcluso.
Te suplico, llévate el tiempo que perdimos con las cabezas rotas.
Porque es deshonra, y tragedia para cada pueblo que aun gime.
Porque los alumnos aborrecen la escuela,
los maestros pierden la fe, los trabajadores ya no tienen que comer.
Y en el cielo las nubes no tienen ninguna forma.
Tú, ¡hombre! , ¡Alma y cuerpo!, imperfección en el maldito ojo
arráncame la tristeza, y saborea mi lucha,
que ruego por el esqueleto de la vida,
para que nos mate, nos reviva y nos salve…