Por Isabel Galván Rocha
Lazos que unieron palabras
desataron historias sin perdón;
reflejan en los espejos de otros
cuyos rostros palidecen con falsa pasión,
y ellos vociferan, ellos aniquilan
como serpientes que envenenan.
Aquel hombre es un intruso
en lo agrio de la montaña,
sus poros rezuman con frialdad
piel seca y lento andar;
pero altiva mirada, huye
con pesar, recuerda
cuando fue rebelde.
Ideal en voz disidente, trinar
cenzontle, incendió con temple.
Pero revuelta esperanza
tendrá que ir a singular destino,
exilio regalará cicatrices a su alma,
vuelve eslabón distante y perseguido.
Fragmenta corazón de aquel hombre
pero no su convicción; reverberan
las huellas de sus pasos, oscuridad
da tierno manto; pero hambre y sed colapsan,
en otro confín, rosa de metamorfosis
no flechará nunca. Jamás cambiará.
Así, caen otros vientos sobre él,
y son los mismos, pero no.
La patria yace en su espíritu,
y lejanía da pesadumbre, llanto
como bruma de aceite negro.
Exilio es farallón carcelario.
Caminante de otras praderas y asfaltos.
Sueño aligera y regresa a realidades.
Somnolencia de un tiempo perdido
que no regresará, y sigue cautivo.
Rutila así, Sol que no es suyo, y lo es.
Otro cielo y selva, ciudades sin pertenencia.
Y clama aquel hombre en destierro; su voz, por siempre, libertad.
Hermoso verso, excelsa pasión
Excelente