Fraguando la resistencia dentro del cuartel del enemigo
Por Alexandro Arana Ontiveros
¿Qué hubiera pasado si en lugar de la Parroquia de Dolores, el cura Hidalgo hubiese dado su famoso grito en la Catedral de la Ciudad de México a media misa dominical y llena de autoridades del virreinato de la Nueva España?
Lo sé, sonó a pregunta estúpida. Tal vez tan torpe como escuchar a un payaso burlándose de los políticos desde la casa productora que puso al actual presidente en el poder. O tan extraño y sui géneris como leer artículos de trasfondo político de izquierda en una revista editada por la propia Editorial Televisa. Después de todo, ya no resulta tan obvia la idiotez de mi planteamiento.
Veámoslo desde otro punto de vista.
En la actualidad, resultan de sobra conocidos muchos de los trastornos y patologías psicológicas derivadas del uso habitual (ya no solo excesivo) de las redes sociales. La Universidad de Tel Aviv y el desarrollo progresivo de la exacerbación de los síntomas psicóticos; la Universidad Estatal Dominguez Hills de California y el narcisismo así como dolores de estómago, problemas para dormir, ansiedad y depresión, e incluso peor retención de lectura, son algunos de los muchos estudios que podemos encontrar en estos días en el internet a una simple búsqueda de Google de distancia.
Recientemente, la Universidad de York en Canadá ha registrado un nuevo trastorno de comportamiento humano que afecta a una enorme cantidad de personas: el FOMO (por sus siglas en inglés de «fear of missing out»). Decenas de miles de jóvenes y adultos observando detenidamente la vida de los demás (sea ésta verdadera o falsa, eso no importa) y deseando estar en mejores lugares, actividades más divertidas, tener mejores empleos o simplemente creyendo que la vida se les va de las manos sin poder aplicar el otrora famoso «carpe diem” de la Sociedad de los Poetas Muertos. La diferencia es que en ese entonces significaba «aprovecha lo que tienes de la mejor manera» y ahora se entiende como un simple «mira todo lo que te estás perdiendo por culpa de esa patética vida que llevas».
El resultado es alarmante: una generación de frustrados soñadores que quieren mejorar todo el tiempo sin descanso: ya no buscan aprendizajes profundos sino la venta millonaria más expedita que hará sus vidas extraordinarias, y obvio, están dispuestos a consumir lo que se les ponga enfrente con tal de sentir el más mediocre atisbo de satisfacción, solo para sentir que su vida no es miserable.
¿Y esto en qué forma viene a colación con mi pregunta inicial?
Pues que resulta curioso (incluso al grado de ridículo) ver a los nuevos movimientos sociales en contra de los gobiernos actuales, gestarse a través de estas redes sociales que están provocando tan altos índices de trastornos, angustia, depresión y frustración en sus usuarios.
Tal vez por eso los resultados son tan evidentes: en Facebook, los mensajes de resistencia y revolución social ganan likes por millones, las imágenes en contra del gobierno se comparten como reguero de pólvora, pero luego de la manifestación corpórea y las numerosas marchas por las calles, seguimos viviendo en el país del “no pasó nada”.
Casos similares ocurren cuando la última revolución de conciencia crea un gran #trending topic nunca antes visto en Twitter y en lugar de tambalear el sistema económico, únicamente logra inflarles más los bolsillos a todos los que se publicitan en la popular red social. Y ni qué decir de sus dueños, que cada día son más poderosos que cualquier gobierno capitalista.
Las recientes «primaveras» sociales, «despertares» modernos de países latinoamericanos o europeos, han visto su otoño casi tan rápido como iniciaron. Al día de hoy seguimos esperando a los 43 de Ayotzinapa. Ya no todos somos Charlie Ebdo porque muchos ni se acuerdan quién carajos era ese güey. Y Peña Nieto sigue tan tranquilo con otras mansiones yo creo que hasta más grandes que la blanca.
No, señores, el cambio no se ve tangible a pesar que en digital se admira descomunal. Pero tampoco crean que vaticino un futuro negro sin esperanza en el cual sólo nos queda repetir el pasado a través de posts digitales compartidos. En absoluto, pues para callarme la boca no hace falta más que recordar que nuestra independencia se inició bajo el mismo techo de quien era el corregidor de Querétaro en ese momento. Y todo empezó con unos simples taconazos. Así de fácil.