Por Gabriela Villa
Supimos decir a tiempo
la palabra brigada
y estuvo de sobra
que —alguna vez—
Arturo Belano
tuviera que decir
a coro y gritando
post-poética.
Él, ustedes y nosotros
nos gestamos
entre las palabras
archivo y memoria
porque en el mismo sitio
donde el aliento
y la lucha salen
a la calle se aplastó
el binomio entre Vietnam
y alcoba.
Todo porque fue
la primera vez
que nos metimos mano
y gozamos en la banqueta
para después
gritar —al unísono—
dentro de la provocación.
Y así fue cómo salimos
…y nos volvimos aire.
Levantamos los brazos
y exclamamos
a gritos que debíamos
abrir las puertas
de la tortillera y del
bombero que nos acogieron.
…y nos volvimos suelo.
Y sí, sumando tantos
rostros caídos le dimos
la vuelta a los visceralistas
porque sumergidos
en el centro del sexo
de exterior (en los jardines)
supimos decir, apenas
balbuceando,
“dialéctica y red”
para parodiar la historia.
Entonces, intentaron silenciarnos en simultáneo en aquella plaza.
Pese a todo,
tuvimos sexo libre
y desdoblamos
la raíz del gesto
para que el vecino,
el primo, el amante,
el otro,
—hasta ahora
desaparecido—
tuviera nombre
y, sólo hasta
entonces,
la palabra
democracia
se nos hizo
atemporal.