Por Izar Iraultza
La impotencia del primer beso
asesina mordazmente al alma
los pensamientos no dichos
las palabras escritas sobre maderas
los versos que no se materializan
las lamentaciones por un futuro
que no existirá jamás.
La cintura de Noemí
su forma de ruborizarse
frente a mí
mi pena al no saber qué decir
la (im)posibilidad de estar juntos
Nadie escapa a su destino
y en un mes o dos
estaré en otro lado de la ciudad
de cualquier ciudad
en cualquier café
fumando tabaco barato
con las manos sudadas
los dientes amarillos
con unas ojeras que bajan hasta los labios
menos cabello
las uñas largas y sucias
leyendo a Walt Whitman.
Estaré lamentando los viajes
a Oaxaca o Guerrero con ella
pero sin ella,
pintando su cuerpo desnudo
extrañando su cicatriz en el labio
el rojo de su boca
o la expresión de sus ojos.
Pensaré que debí bailar
o haber dicho esto o lo otro
practicado mil veces en monólogo
para terminar en silencio.
Veré sus cabellos
movidos por el viento
un andar en dirección única
y la delicada espalda
perdida entre sombras.
El mesero me entregará la cuenta
y me correrá del lugar
caminaré hacia ninguna parte
en silencio
mientras cae la noche
y me devora la oscuridad.