Por Daniela Cimarrón
Hemos dejado las ilusiones arrumbadas
junto a esas piedras nefastas y recuerdos incómodos
los sonidos y voces están por todos lados,
y bajo la tierra los cuerpos exhalan el futuro.
Recuerdo la piel clara de Cristina
bañada por la mirada tierna de su amante;
veo a Jimena caminar bajo la lluvia
mientras entona una melodía recién creada;
Cinthya escucha un poema de amor
y rompe en llanto y olvido;
Laura ama con locura un amor fracasado
rodeado de fantasmas;
Lizbeth sostiene una manta mientras marcha
y el dolor la invade hasta la médula;
las huérfanas mantienen la mirada arriba
para evidenciar al asesino de sueños del febrero pasado.
Con todo este dolor se puede calcinar el mundo
destruir por completo la vida y la esperanza del regreso
inundar las calles de nostalgia y llanto
destruir y arrasar con la humanidad.
Pero no.
¡Amamos a las mujeres de grandes ojos,
¡a los hombres débiles que se rompen con el viento,
¡a las ramas rotas y secas sobre el pavimento,
¡a los perros que ladran a la luna,
¡a los niños que caen y se rompen la barbilla,
¡a las personalidades comunes sin gracia,
¡a las madres radiantes con más amor que cualquier dios,
¡a todos los muertos que siguen resistiendo!
Amamos la vida,
repudiamos la desaparición,
el acoso, la violencia,
el pasado de sufrimiento,
creemos en nosotras mismas.
¡No somos mujeres de agua
por eso inventamos el mar y el porvenir!