Escribir para transformar,¿Democracia en México?, número 29

Danilo, periodista

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Por Francisco Barata

Danilo vivía en la Ciudad de México, locura de ciudad, bella, culta, e inmisericorde.

Colaboraba en Los Heraldos Negros, revista culta, izquierdista, sus compañeros de la redacción en broma criticaban su “revisionismo”, pero él siempre les sonreía.

Para Danilo, la revolución, como tal, era impensable, faltaba cultura; el pueblo, en general, estaba alienado, sobraban narcos y el eterno PRI controlaba de manera caciquil a las personas más humildes, manipulando elecciones sin pudor. Además, por si faltaba algo, tenían demasiado cerca al “amigo americano”.

 Danilo equidistaba entre la imposible revolución armada y la falta de coraje de AMLO. Vivía de publicar artículos políticos en Reforma, prensa independiente. Era muy leído y cotizado, sus artículos sobre la ligazón existente entre el PRI, narcos y sectores corruptos de los federales ya circulaban por mesas muy peligrosas. Se lo advirtió un “garganta profunda”, hastiado de tanta corrupción, situado en altas instancias del PRI, que le facilitaba información muy jugosa sobre los contactos entre altas jerarquías de dicho partido, los narcos y federales.

El último día, cuando se vieron, le sugirió que tuviera mucho cuidado, su nombre era demasiado conocido y comenzaba a ser un periodista incómodo para muchas personas. Como era propio de Danilo, no hizo demasiado caso.

A los pocos días, cuando salía del periódico, siempre lo hacía de los últimos, ya anochecía. Un vehículo a toda velocidad pasó por la calle, disparándole, tirándose al suelo, su agilidad lo salvó, no así a un transeúnte que pasaba, aciago destino, por allí. Comprobó que estaba muerto. Salió por piernas, no convenía estar presente cuando llegara la policía.

Llegó a casa de su novia y le contó todo.

Su chica intentó convencerle de que debían dejar la capital por un tiempo, ella era de Querétaro y allí la tranquilidad era cotidiana, nada que ver con la capital. Pero Danilo sostenía que eso era hacerles el juego a los corruptos.

Comprometido con la idea de una revolución pacífica y cultural, pensaba que México necesitaba gente que denunciara la corrupción, el nepotismo y procurara la dignificación de la política.

—El miedo no gana batallas—, acabó diciéndole a su chica.

A los pocos días, Danilo desapareció.

De eso ya hace más de un mes, nadie sabe dónde está.

Los federales tampoco.

En su periódico, sus compañeros y su director sí lo imaginan:

—Otro periodista menos—,  repiten indignados… —Esos hijos de la gran chingada no perdonan—.

 

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