Por Cristina Lima
El amor no es una estúpida suma de algoritmos
ni un mecanismo accionado por la electricidad,
ni un cuarto lleno de fotografías
ni tampoco las llagas que va dejando a su paso.
El amor no es un pájaro cantando en primavera,
ni las flores retoñantes en julio o agosto,
ni una dedicatoria en un libro viejo y amarillento,
ni las canciones de resentimiento de moda.
El amor no es una prenda arrebatada con violencia
ni las mentiras que se dicen al prójimo para protegerlo,
ni mucho menos la cantidad de veces que
se pronuncia un “te amo”,
ni los abrazos dubitativos marchitos
ni las promesas que se hacen con los dedos cruzados.
El amor no es abandono,
ni culpa, ni arrepentimiento,
ni temor, ni venganza.
¿Qué es el amor?
¿Quién sabe amar?
¿Quién quiere amar?
Quizás el amor sí es
una metáfora incomprensible
un huracán de sentimientos
una invención necesaria
una renovación constante de sueños
una interpretación del otro
un impulsor del movimiento
o una estrella invisible más grande
que el sol y con más energía.
Quizás nadie pueda definirlo,
ni explicarlo.
Y quizás tampoco haga falta,
la razón es limitada;
los sentimientos inconmensurables.