Por Yeimi Danae
Las sensaciones que nos advierten de un peligro conducen al escape.
Cuando el apego a la vitalidad prometedora está de por medio, la fuerza que dirige el escape se sobredimensiona sin consideración.
No importa ya lo que sugiera la autoprotección, lo que tenazmente importa es la planeación inmediata para salvaguardar la vitalidad prometedora de la afectación provocada por explosiones, gritos, llantos e impresiones sangrientas que rematan un episodio temporal de violencia.
Aprendemos las señales que nos indican un peligro.
Hay mil estrategias para enfrentarlo:
– Escapar.
– Actuar amenazadoramente.
– Distraer.
– Usar un caparazón.
– Fingir la muerte.
– Mimetizarse, etc.
Al final todo peligro siempre desaparece.