Por Erika M. Macedo y Gerardo Rayo
México vive en un estado perpetuo de violencia desde que se consumó la Independencia en 1821 y hasta el día de hoy. Violencia que se expresa de forma cotidiana, normalizada, sistemática; pero también esporádica y parcial. Por supuesto que la violencia generalizada existe sólo en periodos abiertos de guerra o revolución: eso representó la lucha entre facciones del México independiente, la guerra de 1846-1848 contra Estados Unidos, el Segundo Imperio, el Porfiriato, la Revolución, la Cristiada y después, la Guerra sucia, la guerra contra los zapatistas y actualmente la guerra contra el narcotráfico. En momentos de “normalidad”, la violencia se presenta de forma menos visible, contra sectores o grupos sociales en específico, lo que hace a la violencia casi imperceptible. En este caso podemos hablar de la represión del movimiento obrero, estudiantil, indígena como política de Estado, independientemente del gobierno en turno.
Bajo este panorama no sorprende la violencia ejercida sobre un sector de la población que, frecuentemente, es víctima de la cultura imperante: las mujeres. En el presente escrito nos proponemos reflexionar en torno a la violencia que se ejerce en contra de ellas, nos enfocaremos especialmente en el feminicidio, una manifestación más de ésta:
Para Johan Galtung, existen dos formas de violencia: aquella que es personal, directa, la que produce un daño físico intencional por un autor determinado; y la segunda que consiste en el daño y sufrimiento construido alrededor de la estructura social que no puede ser directamente identificado en un actor o sujeto. Esta forma de violencia puede ser infligida mediante las condiciones de trabajo, desigualdad en la esperanza de vida, el daño causado debido a la desigual distribución de la riqueza, como el acceso a la educación y la salud, en una sociedad donde esto es objetivamente evitable.[1]
En el caso de los feminicidios encontramos que es una expresión de las dos formas de violencia descritas por Galtung: la identificable por un sujeto determinado y la sistemática. Por un lado, el aumento de la violencia en el país desde el inicio de la “guerra contra el narcotráfico”, que no ha resuelto su principal objetivo y que, por el contrario, ha desatado la impunidad y la muerte sobre los sectores más vulnerables, ha permitido a los grupos de narcotraficantes, las corporaciones armadas del Estado mexicano: marina, ejército, policía, fuerza rural, etc., y asesinos en solitario operar bajo supuestos problemas locales relacionados con las drogas para no identificar que la violencia es ocasionada desde el Estado, y que de entre los diferentes grupos que la padecen se encuentran las mujeres. Por otra parte, la desigualdad de clase, el imaginario sobre “cómo las mujeres deben ser sumisas”, sobre su papel secundario en la sociedad, detrás de un hombre, permiten que éstos golpeen a sus parejas, que las maltraten y que hasta las asesinen sin que haya una verdadera preocupación por ello.
México es un país violento, así lo demuestra la desaparición de más de 27 mil personas, de entre los cuales la mayoría son mujeres, niños y jóvenes; las miles de fosas encontradas, las muertas de Juárez, las de Ecatepec, las de Morelos, las violaciones sin aclarar en Atenco son sólo algunos ejemplos de los miles que podríamos citar. Refiriéndonos a la violencia ejercida en contra de las mujeres es posible afirmar que la expresión más brutal y concreta de ella, estructural y física, es el feminicidio, actualmente incrementado y normalizado por la guerra contra el narcotráfico, es decir desde el Estado y cierta élite coludida con él.
A nivel nacional, el índice de feminicidios ha llegado a niveles nunca antes vistos. Según algunas cifras oficiales, pues, generalmente, se evitan los datos incómodos y es muy difícil saber con precisión cuántas mujeres son asesinadas diariamente, para el año 2012 se calculó que por cada 100 000 muertes, 4 fueron feminicidios.[2]
Las regiones con mayor índice de homicidios son el norte del país, especialmente Chihuahua (las muertes en Ciudad Juárez siguen necesitando ser esclarecidas) y, actualmente, en el centro del país la situación es alarmante, pues Morelos y el Estado de México se han posicionado como dos de los estados menos seguros para las mujeres. De hecho, en este último la protección a la vida de ellas es prácticamente nula.
Al llegar a este punto es necesario poner en perspectiva lo que el feminicidio significa, pues pone sobre la mesa la negligencia e impunidad con que se rige el Estado mexicano. En este aspecto, se observa que las instituciones del país no pueden garantizar el derecho de la población, y menos el de las mujeres, a la vida; impedimento que refleja el poco interés por parte de la élite política en resolver esta situación, aunque también refleja la cultura imperante de un país desgarrado por la violencia, como lo es el nuestro.
La tendencia de las autoridades y de buena parte de la sociedad ha sido minimizar la situación de violencia que se vive en el país, violencia expresada en múltiples formas (desde el maltrato en el hogar, hasta el asesinato de miles de mujeres cada año, pasando por situaciones de acoso en el transporte público o en el ambiente laboral). En este sentido, uno de los mayores desafíos al hablar de violencia en general y, en particular, hacia las mujeres es precisamente la de no minimizarla o normalizarla, pues “la tolerancia a la violencia extrema conlleva la proliferación y tolerancia también de otras ‘menores’, y la retroalimentación de todas ellas. El reto entonces es romper con esa normalización y tolerancia social, urgencia que hoy se manifiesta en el debate público.”[3]
Por supuesto que siempre hay poblaciones que resisten aún en los peores momentos la violencia y se movilizan de una u otra manera contra ella. Las marchas contra los feminicidios realizadas a lo largo y ancho del país el pasado 24 de abril ponen en evidencia el grado de indignación y la sensibilidad de la población. Sólo mediante las movilizaciones y la autorganización de los diferentes sectores de la sociedad es posible frenar este momento de debacle y marasmo.
Por ejemplo, mediante las movilizaciones en el estado de Morelos fue posible establecer la Alerta de Violencia de género contra las mujeres, exigiéndole así al gobierno de Graco Ramírez acciones para acabar con el feminicidio. Morelos es la segunda entidad en emitir la Alerta de género en ocho municipios, después del Estado de México. Vale la pena destacar el papel de la Comisión Independiente de Derechos Humanos Morelos que ha documentado, para el periodo que va de 2000-2015, 633 casos de feminicidio, además de estar al tanto de los casos de desaparición forzada en dicha entidad.[4] “Según lo establecido en la Ley General de Acceso de Las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la alerta de violencia de género tiene como objetivo garantizar la seguridad de las mujeres, el cese de la violencia en su contra y eliminar las desigualdades producidas por una legislación que agravia sus derechos humanos.”[5]
Sin embargo, a más de nueve meses de la segunda Alerta emitida en Morelos, el panorama no ha cambiado sustancialmente para las mujeres. Las acciones han sido mínimas e insuficientes. En este contexto, los gobiernos en turno son cómplices por omisión, de este tipo de asesinatos y desapariciones. [6]
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El feminicidio en el país es un tema que representa un enorme desafío que involucra a todos. Es reflejo de la cultura de la cual todos participamos, en mayor o menor grado, y a la cual es necesario comenzar a cambiar desde la vida cotidiana, al decir no a la sumisión, al denunciar el acoso, al exigir a las autoridades que dejen de hacer caso omiso a la situación de inseguridad que diariamente las mujeres padecemos en las calles. La organización social, aunada a la educación de nuestros niños y jóvenes en un ambiente de equidad e igual participación de mujeres y hombres, se presentan como una opción viable para frenar esta práctica que nos rasga como sociedad. Pero sobre todo, es importante y necesaria la movilización social para evitar más desapariciones, para acabar con la violencia y el consentimiento de las autoridades, se trata de luchar por la vida, por defender la vida, por preservar la vida, por conservar la dignidad y el recuerdo de todas las personas que ya no están aquí, pero que esperan de nosotros justicia.
[1] Johan Galtung, ‘Violence, Peace and Peace Research’, en: Journal of Peace Research, (Vol. 6, No. 3, 1969), p. 171. Citado en: Philippe Le Goff, “‘La faim justifie les moyens’: Auguste Blanqui, ‘structural’ violence and the socialist press”, The 19th Century French Socialist Press at Stanford University Library: 1819-1871, Noviembre 1-2, 2013, University of Warwick, pp. 3-4.
[2] Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CAMEG), Estadísticas del feminicidio en México. Versión ejecutiva, Cámara de Diputados, LXII Legislatura, 2014, p. 2. En línea: file:///C:/Users/Erimar/Desktop/Heraldos/N%C3%BAmero%2018/Revisiones/EFM_VEREJ.pdf [Consultado el 18 de mayo de 2016]. Por otra parte, en cifras del INEGI se calcula que entre el 2013 y el 2014 fueron asesinadas diariamente 7 mujeres a nivel nacional. Vid. Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Estadísticas a propósito del Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, Aguascalientes, 2015, p. 1. En línea: http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/2015/violencia0.pdf [Consultado el 18 de mayo de 2016].
[3] Lucía Melgar, “Nuestra violencia, nuestra impunidad”, en Nexos, 1 de diciembre 2014. En línea: http://www.nexos.com.mx/?p=23503 [Consultado el 21 de mayo de 2016].
[4] Justino Miranda, “Alerta de género emitida para ocho municipios de Morelos”, El Universal, 10 de agosto de 2015, En línea: http://www.eluniversal.com.mx/articulo/estados/2015/08/10/alerta-de-genero-para-ocho-municipios-de-morelos [Consultado el 18 de mayo de 2016]
[5] “Emiten segunda alerta de género; ahora es para 8 municipios de Morelos”, en Animal Político, 10 de agosto de 2015. En línea: http://www.animalpolitico.com/2015/08/emiten-alerta-de-genero-para-8-municipios-de-morelos/ [Consultado el 18 de mayo de 2016]
[6] Veáse: “A 9 meses de la alerta de violencia de género en Morelos continúan los feminicidios”, en Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos. En línea: https://cidhmorelos.wordpress.com/2016/05/12/a-9-meses-de-la-alerta-de-violencia-de-genero-en-morelos-continuan-los-feminicidios/ [Blog consultado el 18 de mayo de 2016].
Cifras y palabras duras, pero que efectivamente, invitan a replantearnos el lugar de la mujer. En lo personal me lleva a la pregunta de por qué mujeres? qué representan para un estado o sistema represivo? Una forma de matar lo que se teme?
Abraham, muchas gracias por leernos, nuestro principal objetivo ha sido mover a la reflexión, no sólo con este texto, sino con el proyecto editorial en general. Agradecemos infinitamente que nos leas y seas parte de este trabajo colectivo.
Respecto a este texto, tienes muchas razón, estamos casi obligados a pensar y replantearnos el papel de la mujer en la sociedad mexicana en la actualidad. Se sabe que en los sistemas autoritarios la mujer ocupa un papel fundamental (como madre, por ejemplo) en la vigilancia de las roles de cada miembro de la familia y deben, al mismo tiempo, ser también autoritarias y rigurosas con la educación de los jóvenes. Sin embargo, lo que estamos viviendo desde hace algunas décadas rebasa todo sistema (incluso de los autoritarios y represivos), el feminicidio es una especie de descontrol y muestra de la concentración de los temores y odio de los valores (¿?) de una sociedad como la mexicana.