Por David Morales Zavala
La Intifada (Día de la ira), es una forma de resistencia popular adoptada por los palestinos para enfrentar los embates de las fuerzas de ocupación israelí. Hasta ahora han habido tres: la última comenzó a principios de octubre del presente año, cobrándose 99 vidas palestinas y 16 israelíes, así como un número elevado de heridos de ambos bandos.[1] La tercera Intifada inició a raíz de que el Estado israelí envió fuerzas policiacas a ocupar la mezquita de al-Aqsa (espacio de enorme importancia para la religión islámica), acción que para los palestinos significó la intención de destruir la mezquita y construir sobre ella un templo judío. Las confrontaciones que se desataron a partir de ello dan cuenta de un temor latente en el pueblo palestino: la posibilidad de que Israel los despoje de sus casas, de sus propiedades, de sus espacios más significativos.
Para entender lo anterior es necesario explicar, aunque sea brevemente, las causas que originaron el conflicto palestino-israelí. En este sentido, es fundamental tener presente el año de 1967, en el cual se desató una guerra entre Israel, por un lado, y Egipto, Jordania, Siria e Iraq, -sólo por mencionar algunos de los países beligerantes- por el otro. Esta batalla duró únicamente seis días, tiempo que le bastó a Israel para vencer a sus atacantes, ya que contaba con un mejor armamento[2]. La victoria le significó la posibilidad de anexarse aún más territorios de la región, sobrepasando los límites geográficos que la ONU le impuso tras su creación en 1948.
Así, desde 1967, los sucesivos gobiernos de Israel se han encargado de administrar los territorios palestinos ocupados. En un principio, el general Alón, una leyenda en la historia militar de Israel, propuso que debía optarse por una “ocupación silenciosa”, la cual tenía por objetivo evitar el descontento popular palestino. Sin embargo, la ocupación violenta terminó por imponerse, y las rencillas que ello ha originado han cobrado cientos de miles de vidas, tanto israelíes como palestinas.
La ocupación israelí se ha expresado de múltiples maneras: el año pasado, por ejemplo, el ministro de vivienda y construcción, Uri Ariel, emitió una licitación para construir 1100 viviendas en Cisjordania y 400 en Jerusalén, con el pobre argumento de que el régimen de Israel tenía “el derecho y el deber de construir” en cualquier parte de los territorios ocupados palestinos,[3] lo cual es, en realidad, un acto totalmente ilegal. El campo palestino también ha resentido, a su manera, la ocupación. Un reportaje de Kelo Arribas[4] en el que se destaca la importancia de la lucha por los recursos agrícolas en el conflicto, da datos sobre las rapaces medidas que el Estado israelí ha tomado para acabar con la actividad agrícola del pueblo palestino, imponiéndole un “bloqueo económico que busca la estrangulación y dependencia de la economía ocupada.” Como consecuencia, miles de campesinos se ven reducidos a la condición de mano de obra barata destinada al trabajo en asentamientos judíos. Estas políticas transgreden todo Derecho Internacional.
Los ejemplos citados son muestra de que el control del espacio es un signo representativo del ejercicio del poder. Fuera de toda legalidad, el Estado de Israel ha buscado obtener el dominio irrestricto del espacio palestino. Bajo esta retorcida lógica, innumerables monumentos históricos y recintos religiosos han sido víctimas de las políticas destructivas de la colonización israelí, por lo cual es muy probable que la mezquita de al-Aqsa sea una muestra más de la ruina de la herencia histórica palestina.[5]
Ante este sistemático desprecio de todo marco legal y el uso desproporcionado de la fuerza, sorprende una de las más recientes posibilidades de lucha que se ha abierto para el pueblo palestino, no sólo porque sus argumentos se apegan a una lógica estrictamente legal, sino también porque apelan a la historia y a la verdad. Esta fue posible gracias a que el gobierno turco abrió los archivos del extinto Imperio otomano, cuyo mandato abarcaba al actual territorio palestino, con el objetivo de permitir que los palestinos que reclaman la propiedad de sus tierras confiscadas por el estado de Israel, puedan buscar los registros de sus propiedades y, con ello, tener argumentos legales para recuperarlas o salvaguardarlas.[6] Al respecto, resulta revelador la declaración dada por Kudret Bülbül, representante político del Estado turco:
Israel ha violado las leyes. Ha confiscado propiedades públicas y privadas de los palestinos con diferentes excusas, como negar la existencia de pruebas históricas de dichas propiedades o la existencia de un asentamiento palestino anterior. La apertura de los archivos pretende eliminar estas excusas…
[1] Véase “Mapping the dead in latest Israeli-Palestinian violence”, en Aljazeera, 24 de noviembre de 2015. En línea: http://www.aljazeera.com/indepth/interactive/2015/10/mapping-dead-latest-israeli-palestinian-violence-151013142015577.html
[2] Ahron Bergman, La ocupación, Barcelona, Crítica, 2014, pp. 39-43.
[3] “Anuncian construcción de 1500 nuevos asentamientos en Israel”, en Telesur, 5 de junio de 2014. En línea: http://www.telesurtv.net/news/Anuncian-construccion-de-1.500-nuevos-asentamientos-en-Israel-20140605-0082.html
[4] Kelo Arribas, “Resistencia palestina y soberanía alimentaria”, en Periódico Diagonal, 10 de febrero de 2015. En línea: https://www.diagonalperiodico.net/global/25629-resistencia-palestina-y-soberania-alimentaria.html
[5] Ilan Pappe, “Destruction of al-Aqsa is no conspiracy theory”, en The Electronic Intifada, 10 noviembre 2015. En línea: https://electronicintifada.net/content/destruction-al-aqsa-no-conspiracy-theory/14991?utm_source=EI+readers&utm_campaign=dab41325ce-RSS_EMAIL_CAMPAIGN&utm_medium=email&utm_term=0_e802a7602d-dab41325ce-299186897
[6] “Archivos otomanos pueden ayudar a los palestinos a reclamar sus tierras”, en Palestina libre, 28 de julio 2015. En línea: http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=57110