Por Nar Cienfuegos
Es como si todos los dioses
nos borrasen de la faz de la tierra
con la estocada de un rayo traicionero.
Es como si los dolores de los hombres,
vivos y muertos, se mezclasen
en una prosaica letanía.
Es como si el porvenir fuese de piedra,
como si el “sino” no perdonase
los errores de un pasado lejano.
Y es como si las verdades
se mantuviesen ocultas
debajo de azares y maldiciones.
Casi, casi que se sienten
las voces imperiosas de generaciones
laboriosas, tristonas, derrengadas, vencidas…
Casi, casi que se siente
una lucha eterna por salir
de aquella prisión inexistente.
Casi, casi que se olvidan
las pequeñeces de hombres viejos
que alguna vez soñaron grandezas.
Entonces vuelve la tormenta,
y tras ella no parece haber calma,
sino espada, espada y lucha.
Otra vez el sufrir del hombre,
y de su tierra, y de su nombre,
y de su rostro, y de su sombra.
Y es como si un día se despertasen
todos los durmientes y los ignaros,
Y comprobasen la cantidad de soledad
que abunda en sus corazones,
solitarios, heridos y quejumbrosos,
solitarios, sangrantes pero remendados.
Es como si cada Jamás,
cada Nunca y cada Siempre
renaciesen de las cenizas de antaño.
Es como si la niñez,
la juventud y la adultez,
no fuesen más que espejismos cómicos.
Es como si la tortura de fracasar,
de morir y no ver el fruto de una labor,
ardiese por dentro, cual llama vengativa.
Y es como si las eternidades
fuesen cortas, perezosas,
atadas al mandato de unos cuantos ídolos.
Casi que, palabras y hombres, continúan
a fuerza de fe, uniendo asperezas,
uniendo esperanzas y poco más.
Casi que la estocada de un rayo traicionero
nos obliga a rendirnos
y nos borra de la faz de la tierra.
Casi que los dioses de todos los tiempos
se burlan de nuestras contiendas
y de nuestras utopías.
Casi que acaba la necesidad de seguir,
de mantener el rumbo fijo
y el corazón henchido.
Casi que duele saberse destrozado,
casi que cuesta subir las viles torres,
casi que fracasan las muchas voluntades…
Como si demasiado tiempo
le sobrase al hombre para morir,
una y otra vez, una y otra vez…
Como si a pesar de tantas jugadas
más que perdidas,
unas tras otras, unas tras otras;
a pesar de la derrota y las cadenas,
a pesar de las celdas y los pesares,
a pesar de la continua desgana,
los seres de este mundo
se rehusasen a dejar la partida incompleta;
casi, casi, casi…