Por Miriam Castillo Mendoza
(Colombia)
Mujer tierra,
mujer maíz,
mujer indígena.
Cuando lavo mi frente para espantar el sueño
veo a la aurora parir una estela de luces
que en la bola de monte el machete traiciona.
Más allá del dolor por la injusticia,
del asombro ante aquellos que perdieron la medida
de la gota de consuelo
en las notas musicales de las zafras de velorio,
el poema me ofrece
la franca posibilidad de un largo dialogo.
Me escucho a mí misma,
inicio cada instante un nuevo ciclo.
Encendida bajo la luz de la luna
mi cabellera ofrenda sus hebras,
mi esperanza silva una canción
que el viento le susurra,
mi piel se vuelve torbellino que desordena su embudo
de arena,
de hojas arrancadas a los árboles,
de aire que empuja
despeina,
desnuda.
En la penumbra juego a detener los segundos,
me dejo llevar cuesta abajo hacia el rio
con la gracia de vestir mi entrega.
Recorro sin prisa el surco de la esencia
que da sentido a mi marcha,
recojo al pie de mi ventana
cañaguates de amarillo encendido,
me alejo de las piedras
que intentan impedir que dance
al compás de tres por tres
cuando trina el colibrí.
Estoy en la tierra y soy pez,
soy ave,
soy árbol,
soy semilla.
Nazco,
renazco,
soy el sumun de un ser nuevo.
Me escucho a mí misma.
Este cuerpo es el más grande resumen del territorio.
Su piel dispuesta,
su oído aguzado
recogen del murmullo del viento
las notas que lo animan.
Finas gotas de lluvia lo nutren
en la humedad;
el horizonte le desnuda prioridades.
Este cuerpo es mío,
me representa,
estoy con él en el aquí y ahora.
Mujer tierra,
mujer maíz,
mujer indígena,
a veces hablo a gritos en mi silencio.
No sé el destino de mis palabras.
Pueden nadar sobre el río
o morir tostadas bajo el sol
del equinoccio de verano.
Hablo,
eso es todo.
Doy un poco de mí en cada sonido,
soy la voz de mi pueblo,
la palabra de los que a golpes aprendieron a callar.
Hablar es rebeldía
que solo vive en mi silencio,
es mi mirada fija en un punto que no está muerto,
es mi boca sellada,
es mi memoria que desanda los pasos.
Tú que vienes de afuera no lo entiendes.
Es mía la palabra muda,
es de mi etnia,
es de nadie.
Es para ti el silencio que no escuchas,
es para otros,
es para aquellos.
Debilidad,
grandeza,
sombras,
luces,
todo lo hay en mi silencio.
Mujer tierra,
mujer maíz,
mujer indígena,
aprende a leer la mudez de mis palabras,
es lo único que espero.