Guillermo Echevarría Cabrera
Los días subsisten un suspiro
con magias pulcras desaparecen
los dulces canturreos de las aves.
Todo se vuelve una alfombra
de hojarascas anémicas y espectros sin nombres.
Tus campiñas de colores
costumbres y los hombres en el tiempo
agonizan.
Las palomas de mis retinas
vuelan sobre tus años achacosos
y hay lágrimas.
Desde el santuario alguien vigila y advierte
para que no desprecie
el invisible espacio que me queda
para amarte
Ciudad.
