Por Fabiola Soria
(Argentina)
Para entender cómo Barna pudo hacer lo que hizo, tendríamos que empezar explicando cómo vivía antes del kúeron, en la Estación Espacial IV, emporio farmacéutico, junto a su hermana mayor que acababa de morir. Incluso podríamos rastrear más atrás y recordar que su hermana siempre planeaba cómo escapar hacia la Tierra, del sistema esclavista de las estaciones espaciales, pero nunca lo lograba debido a que el precio era demasiado alto y el riesgo, prácticamente mortal. Acá podríamos decir que la muerte de la hermana de Barna no se debió a que estuviera enferma o tuviera un accidente, sino a que su vida útil concluyó –con apenas treinta y cinco años– y la Estación Espacial IV prescindió de ella como más tarde lo haría también con Barna y con todos los demás. Y esta situación se repetía en las doce estaciones espaciales, empresas monopólicas que habían heredado por sucesión a los hijos de los primeros estacionarios, en un remoto tiempo atrás. El hecho es que, en el contexto de la muerte de su hermana, Barna recibió como propina una tarjeta azul con un código QR. Es probable que Barna se viera obligada a usarla debido a que Molo, su compañero de trabajo, la descubrió y quiso quitársela, y ella la invalidó activando su leyenda: “Felicidades, ganaste un kúeron”. Este trivial hecho modificaría drásticamente su destino y arrastraría algunos destinos más.
Un kúeron. Barna recordaba que su hermana cantaba una canción en la que algo sonaba parecido, pero en concreto, ni ella ni Molo sabían qué cosa era y, en verdad, nadie en la Estación Espacial IV lo sabía. Y si lo están pensando, la tarjeta tampoco arrojó más información que cuándo y dónde cobrarlo: en la Estación Espacial IX, bureau por los derechos de los estacionarios –aunque no era más que de una fachada para todo tipo de tráfico– y dentro de los siguientes diez días. Entonces, Barna pudo razonar que un kúeron –fuera lo que fuese– era mejor que nada y que, si sabía usarlo, su valor llegaría a ser el necesario para comprar su libertad y cumplir el sueño de su hermana fallecida. Por supuesto, también hay otras interpretaciones. Por ejemplo, que Barna fuera extorsionada por Molo, o también que, muerta su hermana y no habiéndole dejado ni una de las piedras que habían ahorrado, no tenía mucho sentido no intentar algo diferente, aun a riesgo de su vida. Partiendo de esto último, podríamos pensar que se tiró al todo por el todo, razonando que igual ya estaba muerta.
Entonces Barna negoció con Molo, y Molo la puso en contacto con un proxeneta, Leré, que la traficaría a la Estación Espacial IX, donde ella buscaría la manera de cobrar su premio. Esta idea puede parecernos mala, pero ser traficada como acompañante sexual era la única opción que un esclavo tenía para abordar una nave. Sin embargo, después, ¿cómo se sacaría de encima a Leré? Pero Molo también había pensado en eso, ya que el precio por su intervención, además de no delatarla con los Agentes del Orden y un porcentaje del kúeron –fuera lo que fuese–, era el asesinato del propio Leré, a quien Molo odiaba porque compartían el mismo amante. Esto no es un dato menor porque nos lleva a creer que Barna lo conoció y usó a su favor; de otro modo, no se entiende cómo Leré la posicionó como “acompañante” VIP ante sus clientes. Barna aceptó; prometió matar a Leré y darle un porcentaje del kúeron –fuera lo que fuese–, y abordó la nave.
El viaje durará dos días. No porque la distancia fuera larga, sino porque la nave era de esos cruceros que hacían el viaje más lento para que el hampa pudiera divertirse. Por supuesto que también viajaban funcionarios y agentes del orden, pero las naves cruceros gozaban del privilegio de ser neutrales, lo que permitía que pasara cualquier cosa. Acá debió ser donde Barna negoció con Leré para ser acompañante VIP; no es tan difícil de imaginar. Seguramente, Barna le entregó la cabeza de Molo, al contarle que Molo lo quería muerto porque compartían al mismo amante. Piénsenlo. El que Barna revelara que Leré tenía una sentencia de muerte, y por celos –sin explicitar que ella misma debía llevarla a cabo–, es motivo suficiente para que Leré quisiera muerto a Molo y dejara las instrucciones para matarlo, hecho que ocurrirá dos días después de que el propio Leré también muera. Y sí, estamos suponiendo. Y fue eso, o Barna negoció el kúeron. Pero ya sabemos que todos los que se opusieron entre Barna y su kúeron terminaron muertos. Incluido el sicario. Pero el sicario merece un párrafo aparte.
Barna mató a Leré, pero usó a un sicario para hacerlo, Caronte. Otra vez tendremos que conjeturar cómo se conocieron, así que supondremos que fue en la nave crucero. Es fácil, porque si se hubieran conocido antes, por ejemplo, en el bajo mundo de la Estación Espacial IV –bajo mundo que Barna y su hermana frecuentaban para obtener piedras–, ¿para qué Barna hubiera necesitado la intervención de Molo con Leré?, es decir, ¿no pudo haber contactado a Caronte directamente y deshacerse de Molo sin tener que ir a dar con Leré y hacer de acompañante sexual? Por eso la idea es que se conocieron en la nave crucero porque Caronte habría pagado por sus servicios. Y acá es donde entra la diferencia entre ser una acompañante cualquiera y ser una acompañante VIP, ya que solamente se relacionaría con lo más alto del más bajo mundo. Entonces entendemos que Caronte tenía, además del poder para matar, poder en sí, y que no era un sicario cualquiera, lo que nos devuelve al acuerdo para asesinar a Leré. No nos quedan muchas opciones: o Barna lo enamoró, o negoció el kúeron. Pero lo primero solamente pasa en la ficción, así que nos queda asumir que Barna negoció el kúeron –fuera lo que fuese–.
Barna debió acostarse con Caronte, y contarle que había ganado un kúeron para ser cobrado en la Estación Espacial IX, y dentro del plazo de cinco días. Pero, para evitar que Caronte se lo quitara, seguramente le dijo que Leré se lo había robado, y algunas otras cosas más como para convencerlo. No sé; imaginemos de esas conversaciones de almohada, donde ambos soñaron qué harían con un kúeron. Tenemos a dos personas que conocen el bajo mundo, aunque Caronte estuviera posicionado sobre él. Barna pudo contarle, por ejemplo, acerca de su hermana y la austeridad a que la había sometido para ahorrar piedras que después nunca encontró. Él, quizás le contara que vivía con la soga al cuello porque los muertos no siempre se quedan muertos, y dejan el encargo de vengarlos, a alguien más. Pero, si bien no hay mayores evidencias para creer que esta conversación ocurrió, es cierto que cuando el sicario se vio acorralado por los Agentes del Orden, fue él mismo quien acabó con su vida. Podríamos pensar, entonces, que sí estuvo enamorado de Barna y que se mató en cuanto se descubrió traicionado. Pero Caronte era un tipo duro y el enamoramiento no era precisamente su punto flaco. Por eso es que tenemos que pensar en el kúeron y en el precio imaginario que Caronte le otorgó.
Porque cuando encontraron el cuerpo de Leré, no solamente lo encontraron con signos de tortura –Caronte seguramente quiso hacerle confesar dónde había escondido el kúeron–, sino que también encontraron que la habitación de hotel –ya en la Estación Espacial IX– estaba revuelta, signo inequívoco de que el asesino buscó algo y no lo halló. La ira desplegada sobre toda la escena hizo suponer a los agentes del orden y a los socios de Leré, que había algo gordo en juego, lo que desplegó un operativo de búsqueda, y varias de las personas traficadas fueron recapturadas para testificar. Algunas más que otras, mencionaron a una mujer flacucha y bastante tímida, proveniente de la Estación Espacial IV –emporio farmacéutico–, aunque la mayoría no aportó más datos. Es probable que Barna hubiera sido la persona que estuvo con Leré antes de que fuera asesinado, ya que ella no sólo habría señalado el lugar a Caronte, sino que también habría sembrado la evidencia que permitió marcar a Caronte como el asesino. Barna y Caronte se separaron mientras ocurrió la tortura a Leré y se verán por última vez en la siguiente habitación de hotel, a apenas horas del epílogo de estos acontecimientos.
Barna y Caronte se encontraron, y hay que imaginar que fueron los peores momentos de Barna. Caronte mató a Leré, pero no consiguió el kúeron y a Barna se le acababa el plazo límite para cobrarlo en las tres horas siguientes. Y mientras Caronte decidía si creerle o no, Barna debió rogar que no la matara, haciendo lo que estuviera a su alcance para permanecer viva, al menos hasta el paso siguiente. Claro que también podemos pensar que Barna recibió a Caronte, su héroe, con los brazos abiertos y fingió que todo estaba perdido para ambos, ahora que les habían vuelto a robar el kúeron. En cualquiera de los dos escenarios, alguno de los dos dijo o pensó que todavía se podía emboscar a quien estuviera en posesión de la tarjeta, en el momento y lugar en que fuese a cobrarlo. Barna recordó que el lugar era una terminal de salida, y debió ser Caronte quien obligó a Barna a esperar al que cobraría el kúeron en la ventanilla correspondiente, mientras él apuntaba con su arma –a Barna y al que fuere– escondido y dispuesto a matar a ambos para quedarse con el premio. Quizás Barna, sólo emboscó a Caronte porque siempre cupo esta posibilidad.
Entonces, recreemos la escena: Barna caminó hacia la ventanilla, sabiéndose en la mira mortal de Caronte. Seguro contó mentalmente los minutos para que la trampa se activara y descubrió que lo había hecho cuando las patrullas de los agentes del orden pasaron detrás suyo –imaginemos que en un segundo plano–, en dirección hacia donde Caronte estaba escondido. Caronte fue la anteúltima carta jugada, ya que su carta final sería el kúeron, fuera lo que fuese. Para aumentar el dramatismo, podemos suponer que Barna presionó la tarjeta azul en el bolsillo de su abrigo –su abrigo tiene que ser rojo, el color de la sangre y la rebelión– y que miró hacia la ventanilla donde no había más que la despachadora esperando; momento en que Caronte pudo darse cuenta de que ella lo había engañado. Sin embargo, Caronte estaba siendo acorralado por los agentes del orden y él, en lugar de matarla a ella, dirigió su tiro hacia su propia sien. Entonces, Barna extendió la tarjeta hacia la ventanilla, con pulso tembloroso, y solamente dijo que había llegado para cobrar su premio.
Desde aquí podríamos pensar varios finales, ya que lo último que se supo de ella es que fue a esa ventanilla con una tarjeta azul y que, luego de mostrarla, la hicieron entrar por una puerta lateral, de la que nunca volvió a salir. En lo que a nosotros respecta, ya analizamos todo lo que hizo, y comprendimos que mató y engañó porque, dadas sus pocas posibilidades, las tomó y usó a su favor. Aún así, si quieren pensar qué fue lo que pasó después, acá hay tres posibles opciones.
Primera: Barna mostró la tarjeta azul y la hicieron pasar por esa puerta, donde la esperaban los Agentes del Orden para restituirla a la Estación Espacial IV, y obligarla a concluir su ciclo, por supuesto, después de indemnizarlos por los días no trabajados. Suposición dos: todo el circo con el kúeron no fue más que una puesta en escena por parte de los agentes del orden para reclutar nuevos agentes entre los estacionarios, que actuasen como fisgones o espías dobles. Esto parece algo de ficción, pero es tan probable como la posibilidad de que Caronte se hubiera enamorado de ella y por eso no la hubiese matado cuando pudo. Suposición siguiente: el kúeron no fue más que la excusa para que ella llegara hasta esa ventanilla y descubriera que su permiso de libertad estaba tramitado y aprobado, y que debía abordar la nave siguiente rumbo a la Tierra ya que el vencimiento era inminente. En resumen, Barna desapareció tras la puerta, y ahí le perdimos el rastro.
Entonces, tomando la mejor posibilidad, podemos imaginar todavía una escena final. Barna atravesó esa puerta y se dirigió hacia un transbordador. Subió, se acomodó en la ventanilla, y su corazón latió con fuerza cuando la nave dejó atrás la Estación Espacial IX, bureau por los derechos de los estacionarios, hacia la Tierra. Por la ventanilla vio que todo era negro. No negro en verdad, pero la mente de Barna sí estaba nublada, y algo así como una voz en off le recordaba esa canción que su hermana le cantaba y en la que había algo que sonaba como un kúeron. Y entonces apareció la circunferencia azulada de la Tierra y fue agrandándose muy lentamente hasta tomar su horizonte. Y ahí sí tal vez podamos creer que Barna lloró y hasta se abrigó con sus propios brazos. Pero bueno; observando su sangre fría, es probable que no haya llorado, y que durmiera soñando o no, con un mundo libre.