A Sarusi, con cariño
Por Gerardo Rayo
Las gaviotas agonizan al volar sobre el asfalto,
su grito se pierde en los murmullos populares
como lo hacen las personas en el mar
o los solitarios en las multitudes.
Las torres quedan en lo alto para recordar
que en el pasado también se luchó y se perdió,
para recordar que quien pierde jamás descansa
y que la paz es una idea metafísica.
Los locos solitarios escuchamos la música del mar,
a las murallas húmedas que apenas resisten el tiempo
y a los ancianos que tocan en la calle un instrumento
oxidado.
Las pendientes de los paisajes se acentúan
ahí donde la gente busca un espacio para sentarse
y hablar de los amores de sus vidas,
porque todos son unos nostálgicos y también
todos los callejones están llenos de colores.
Los azulejos del cielo son como los de la tierra,
sólo que más fugaces.
Así permanece el mundo y el cielo:
entre azulejos vivos
que se deslavan de las paredes y
se caen del cielo.