Análisis político

Los retratos de la indignación

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Por Alam Yael Bernal Avendaño

«Quiero mostrar lo que debe ser corregido, corregir lo incorrecto.

Quiero mostrar lo que debe ser visto»
Lewis Hine

La fotografía como medio de análisis y denuncia

Posiblemente Joseph Nicéphore, no sabía que su experimento -la fotografía- serviría para algo más que capturar paisajes o personas, sino que sería también utilizado para la denuncia de acontecimientos políticos y sociales desde su nacimiento, retratando imágenes de acontecimientos representativos para dar voz a aquellas personas que no la tienen.

Así lo entendió Lewis Hine a principios del siglo XX, quien con su cámara denunció la explotación infantil en campos, fábricas y minas de Estados Unidos, un trabajo muchas veces peligroso, una esclavitud hasta entonces ignorada. Lewis logró comunicar con sus fotografías las peligrosas labores de los niños que trabajaban en fábricas sin las mínimas precauciones, como también vendían periódicos. En cada retrato anotaba la complexión de los pequeños, su edad y el lugar de trabajo, muchas veces mostrando las consecuencias de tan difíciles labores, como lo muestra su fotografía “Niño que perdió un brazo manejando una sierra en una fábrica de cajas”.

Sus fotografías causaron indignación, siendo publicadas en distintos folletos y revistas como Everybody’s y The Survey. Su trabajo logró conmover a la sociedad norteamericana y al mundo en general. Fue mediante sus fotografías que Lewis logró que en 1916 el congreso estadounidense regulara el trabajo infantil.[1]

Niño que perdió su brazo manejando sierra en una fábrica de cajas.

Los retratos de la injusticia

Un siglo después, Jesús Villaseca Chávez siguió los pasos de Lewis, con un aparato más moderno, logró capturar acontecimientos dolorosos y trascendentales del México del siglo XX; mismos que transformaron su vida (o espíritu). Inició a la edad de veintiún años trabajando como fotógrafo de la revista Novedades, cubriendo la sección de sociales, donde contrastó la riqueza desmedida de políticos y empresarios con la pobreza de su natal Iztapalapa.

Quizá la insolencia del nieto del expresidente Gustavo Díaz Ordaz, lo hizo reflexionar para dejar aquel oficio, pero el destino le tenía preparado una sorpresa. Poco antes de las 7:00 am del 19 de septiembre de 1985, después de dejar a su esposa en el trabajo, se dirigió al suyo a bordo de su Volkswagen, y justo cuando avanzaba sobre avenida Juárez, el reloj marcó las 7:19 y la tierra comenzó a agitarse. Frente a sus ojos, el gran hotel Regis se desplomó, una gran cortina de humo cubrió la avenida, sin dudarlo un momento, sacó su cámara y tomó las primeras imágenes del terremoto que aún seguía sacudiendo a la capital del país.

En sus manos retrató la destrucción: capturó las lágrimas de las personas buscando a sus familiares entre los cuerpos que yacían sobre bolsas de hielo; a pequeños niños tratando de recuperar entre las ruinas un poco de ropa; a los heridos siendo encontrados en medio de los escombros; pero, sobre todo, capturó la solidaridad de un pueblo unido en la desgracia: hombres y mujeres trabajando día y noche esperando encontrar vida entre la muerte, paz entre la angustia. Ese acontecimiento lo condujo a preocuparse por los temas sociales, mismos que, al igual que Lewis, sentía como propios y, por ello, a través de sus fotografías, quiso darles voz a los que eran ignorados por el poder.

El movimiento campesino de San Salvador Atenco, en el Estado de México, también marcó su carrera periodística, pues de nuevo revivió la insolencia gubernamental movida por la ambición de los dueños del capital. Los pobladores de esta comunidad, compuesta en su mayoría por campesinos dedicados a la siembra, se opusieron al más ambicioso proyecto del autonombrado “Gobierno del cambio”: el nuevo aeropuerto alterno al de la Ciudad de México, en el cual estaban involucradas más de 35 empresas mexiquenses que esperaban tener una inversión de 18 mil millones de pesos.

Un ejidatario es golpeado sin piedad a la entrada de la policía al Palacio Municipal de Atenco, en San Salvador Atenco. 04 de mayo del 2006. La Jornada. Jesús Villaseca

Poco más de 500 campesinos liderados por Ignacio del Valle formaron el Frente del Pueblo en Defensa de la Tierra (FPDT) e iniciaron un movimiento para impedir que el decreto del presidente Vicente Fox les arrebatara más de 5,000 hectáreas de tierras agrícolas por un precio de siete pesos por metro cuadrado en beneficio de las grandes constructoras.[2] Ante la negativa de entregar sus tierras, el gobierno accedió a negociar con los atenquenses, y el 1° de agosto de 2002 se dio por cancelado el proyecto del aeropuerto en Texcoco y el decreto de expropiación. Sin embargo, en el jugoso proyecto estaba involucrada la figura emblemática más representativa del poderoso Grupo Atlacomulco: Carlos Hank González, quien desde su oficina había gestionado y promovido el proyecto a empresarios de los valles de Toluca y Lerma.[3] Por esa misma razón, el gobernador de la entidad y miembro del Grupo Atlacomulco, Arturo Montiel, reprochó al gobierno de la República la cancelación del proyecto por las demandas de los “criminales” y “delincuentes”.

Cuatro años después, el gobernador Enrique Peña Nieto, miembro del Grupo Atlacomulco, logró cobrar venganza. Más de cuatro mil elementos de la policía federal, estatal y municipal irrumpieron en Texcoco y San Salvador Atenco el día 3 y 4 de mayo.

Jesús Villaseca logró entrar al poblado en los momentos de la brutal represión, capturando con su cámara la desigual batalla entre las fuerzas de seguridad armadas con gases lacrimógenos, escopetas de sal, macanas, escudos, armas de fuego y un helicóptero, contra los 300 civiles que se defendían con machetes, petardos, palos, piedras y bombas molotov. El color rojo cubría casi por completo las fotografías de Villaseca que retrataban cómo algunas personas corrían para esconderse de más de veinte policías que se agrupaban para golpear sin compasión a los caídos. Estas fueron la prueba de la tortura y corrupción gubernamental, muestra fehaciente de la venganza gestada desde las cúpulas político-empresariales que sobrepasan el Estado de derecho sobre las garantías individuales consagradas en las Constitución.

Mientras que los líderes del movimiento fueron llevados a cárceles de máxima seguridad, la impunidad protegió a los culpables de la brutal represión. Bastarían unos cuantos años para que Enrique Peña Nieto lograra llegar a la presidencia de la República, ufanándose de ser el principal gestor de la coacción.

Con todo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en 2010, declaró inocentes a varios miembros del FPDT ordenando su pronta liberación, con lo cual se demostró la justa lucha de los campesinos. Y, sin embargo, los miembros del poder siguen en la impunidad.

 

[1] “Gracias al trabajo fotográfico de Hine quien apoyó con testimonios visuales el trabajo de National Child Labour Comitte NCLC (Comité Nacional de Trabajo Infantil) en 1916 el congreso estadounidense aprobó la legislación para proteger a los niños. Como resultado de la Ley Keating-Owen se restringió y reguló el trabajo de menores”. Óscar Colorado Nates, “La fotografía vs el trabajo infantil” en El Universal, 30 de junio de 2005. En línea: http://www.eluniversal.com.mx/blogs/colectivo-circulo-rojo/2015/06/30/la-fotografia-vs-el-trabajo-infantil Consultado el 4 de julio de 2017.

[2] Carlos Fazio, Terrorismo mediático: la construcción social del miedo en México, 1° ed., México, Debate, 2013, p. 294.

[3] Jenaro Villamil, Si yo fuera presidente: el reality show de Peña Nieto, 1° ed., México, Grijalbo, 2009, p. 155.

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