Márquez Angulo Christian[1]
Al menos durante las últimas dos décadas en la Ciudad de México se ha presentado una problemática que ha afectado la vida de miles de sus habitantes y transeúntes. Se trata de un crecimiento inmobiliario, con edificaciones gigantescas, centros comerciales enormes y grandes proyectos de infraestructura, en su mayoría todo en manos y beneficio de sectores privados.
Estas afirmaciones son conocidas por todos en la otrora Distrito Federal, por lo que más que ahondar en la descripción de todo aquello que representa este auge inmobiliario, se intentará proporcionar una revisión del problema hablando de algunas de sus aristas que, a mi juicio, se invisibilizan por la forma tan cotidiana y penetrante con que se presentan estos megaproyectos, así como por su ideologización, presentados como un bien necesario y justo para la modernización y progreso de la sociedad capitalina.
Estos proyectos conllevan inversión de capital financiero desde centros de poder trasnacionales y nacionales, acompañados de la connivencia con las autoridades nacionales y locales. Son la mayor causa del fenómeno denominado como gentrificación. Esta estrategia iniciada en las grandes ciudades capitalistas de los países desarrollados, también se presenta en los países latinoamericanos y en la Ciudad de México ha encontrado un escenario perfecto para expresar sus terribles manifestaciones. Este proceso se caracteriza por la entrada de inversiones y desarrollos en infraestructura, inmobiliaria, comercio, en zonas específicas, sobre todo centrales, en las ciudades, en barrios populares, obreros y/o marginales, instalando grandes edificaciones, centros culturales y comerciales y vecindarios de clases medias, desplazando a la población pobre, por el aumento de precios en los servicios, generando una “limpieza” en la zona. (Smith, 2012)
Para Neil Smith, autor que desarrolló estudios importantes sobre este concepto, la gentrificación no puede ser vista como un problema cultural elegido por la población, sino como un proceso histórico mediante el cual el capitalismo financiero renueva sus fuentes de acumulación, creando zonas de inversión en las ciudades, aumentando o expandiendo los proyectos urbanos, pero en claro detrimento de las clases bajas, incluso afectando ya a las clases medias que antes eran beneficiadas (Ibid). Es decir, no solo es una dinámica económica de lógica especulativa, sino un medio de control, expulsión y despojo contra los oprimidos, una forma de mantenimiento del orden imperante.
Relacionado a lo anterior, me gustaría manejar estos proyectos inmobiliarios como una forma invisibilizada de violencia. No es invisible su expresión como destrucción de los recursos de la ciudad y de la población misma, sino su función y lógica violenta como parte del sistema capitalista, como una de sus manifestaciones para profundizar la desigualdad y la muerte que conlleva el capitalismo, ahora en su fase neoliberal.
La violencia es factor constitutivo necesario para la reproducción del modo capitalista. Cabe recordar los orígenes de este sistema económico, aunados a una acumulación originaria del capital, que se apropia de los recursos naturales, de la tierra con la liberación de la mano de obra y la apropiación de la riqueza en manos de unos pocos. Ese es el origen de la situación de desigualdad existente en el capitalismo. La apropiación de los medios de producción y de la fuerza de trabajo por parte de los burgueses de los países económicamente más potentes de esa época (siglos XV a XVII) en las colonias de todas partes del mundo, que se dio por medio de la violencia. (Marx, 1977; p. 891 – 895)
Pero dicho proceso de acumulación de capital no se detiene, porque la apropiación de cada vez más recursos es necesaria para el mantenimiento de la producción. Así la acumulación por despojo o desposesión es la continuación de este proceso a lo largo de todo el planeta (Harvey, 2003) y que no encuentra excepción en México, país con cientos de casos de problemáticas relacionadas con el arrebato de tierras, agua, bosques y otros recursos. Conocidos son los conflictos por mineras y toda clase de proyectos destructivos para la naturaleza y los pueblos despojados ende nuestro país.
Y el accionar de esta economía violenta no se limita a eso. El capitalismo bajo su forma financiera también aparece como una herramienta de apropiación de espacios urbanos; y en la Ciudad de México se presenta en los llamados mega proyectos, grandes obras de concreto, edificios inmensos que se instalan en muchas zonas, la mayoría siendo de índole inmobiliaria y comercial.
Ante esta producción sistematizada de violencia como forma para la reproducción del capitalismo, hablamos de violencia sistémica, violencia enraizada en las bases del sistema mismo, y que por ende, se ve normalizada, la observamos como natural, como el estado de las cosas por sí mismo, y en efecto, se vuelve invisible (Zizek, 2009).
Imposible ignorar el papel que juega el Estado en la imposición de estas. Dentro del capitalismo el Estado funciona para mantener los intereses de la clase dominante. La organización política sirve para perpetuar la acumulación de capital, la propiedad privada, la distribución desigual de bienes y medios y la jerarquización de la sociedad (Engels, 1975). Pero desde finales de los ochenta y principios de los noventa, con el crecimiento del sector de servicios en detrimento de la producción industrial, se ha dado entrada a las políticas neoliberales, donde el supuesto papel regulador del Estado para el ingreso del mercado y el capital financiero perdió terreno, se adelgazaron sus funciones, dando lugar a una economía más depredadora para los intereses populares; con la privatización de muchos sectores antes dependientes del Estado, el crecimiento de los impuestos, las pérdidas de los derechos del pueblo (Harvey, 2007).
En 1997, cuando las protestas populares dieron entrada a los gobiernos de izquierda en el entonces Distrito Federal, se pensó que las políticas de este estilo se detendrían, sin embargo se incrementaron muchas de ellas, sobre todo las de índole inmobiliaria (Delgadillo, 2014). Bajo el supuesto del diálogo con la ciudadanía, de mantener la opinión popular como base para la toma de decisiones, al final los permisos y concesiones, con poca transparencia y con manejos sospechosos, e incluso la unión del financiamiento público con el privado son las acciones que se imponen en la ciudad y que terminan por afectar a sus habitantes y a la gente que la transita.
Conocido es el papel del Estado como ostentador de un aparato coercitivo para el mantenimiento del orden dominante, pero no es su única herramienta. En nuestro caso vemos como se actúa bajo un sistema legal encargado de favorecer a la propiedad privada, la ganancia e intereses de un particular sobre el colectivo, donde las normas se ven como simples procedimientos técnicos, abstractos y neutrales, “sin beneficios parciales” (Poole, 2012). Las instancias oficiales generan espacios donde se manejan discursos de “neutralidad” e “igualdad” para la participación ciudadana –conceptos muy de moda-, pero donde terminan por imponerse las decisiones en perjuicio del grueso de la sociedad y a favor de las empresas privadas (Dávalos, 2011). En dicho sentido la separación de las autoridades de la ciudadanía, imposibilita la toma de decisiones para el beneficio social, lo que también puede concebirse como violencia, en el ámbito político. (Crettiez, 2009; p. 36 – 38)
El aura de violencia que impregnan las megaobras en la Ciudad es innumerable como atroz. Ejemplos se ven por toda la Ciudad: Plazas comerciales impuestas, en lugares ya de por sí llenos de este tipo de empresas privadas, la creación de cada vez más edificios de departamentos y oficinas, rentadas aparentemente por nadie pero inexplicablemente en expansión y las aventuras gubernamentales con modificaciones de vialidades así como la creación de otras tantas, muchas de ellas sin sentido aparente y en colusión con constructoras extranjeras. Plazas como la Oasis en Coyoacán o la expansión de Galerías Insurgentes en la delegación Benito Juárez, la construcción de obras público privadas, como las conocidas Zonas de Desarrollo Económico y Social (ZODES)[2], sobre todo los casos de la Ciudad Futuro o la Ciudad de la Salud en el sur de la ciudad, los planes de modificar zonas viales en nombre del mejoramiento del tránsito automovilístico, como son el Corredor Chapultepec[3] o el Deprimido Río Mixcoac[4], más los incontables casos de construcciones inmobiliarias, que inundan la cotidianidad de los citadinos.
El desplazamiento de la población, la pérdida de tu hogar y patrimonio, la destrucción de recursos naturales; derroche de agua y tala de árboles, afectaciones al entorno ambiental, que podemos denominar como ecocidios. Aunado al incremento del consumo de servicios en detrimento del equipamiento urbano y de las clases bajas, poca seguridad en las obras, para trabajadores y casas aledañas, con poca garantía de la certeza de esas técnicas y de la calidad de los materiales, daños a la salud por la construcción misma, contaminación en el medio ambiente, mucho ruido y basura. Además de caos vial por con el de por sí conflictivo tránsito, la escasez de transportes públicos adecuados, y la acentuación de una desigualdad que viene desde décadas atrás en una ciudad estratificada y jerarquizada, donde unos pocos tienen mucho y una mayoría sufre escasez de servicios elementales, incrementando la marginación y contención de la pobreza en algunas zonas.
¿Acaso este tipo de vida no es violenta, cuando se presenta una incapacidad para que la mayoría de la población alcance satisfactores elementales de vida y donde la escasez de recursos naturales y la mala calidad del entorno es constante?
Y claro, estas prácticas están ligadas a una imposición ideológica de vida, ajena a la realidad social mexicana. No solo hablamos de la expansión del sector de los servicios, en su mayoría financieros, sino de la implementación de una cultura dedicada al consumo, ligada a las grandes marcas y consorcios trasnacionales y la imposición de una vida basada en el uso del automóvil particular. Una lógica individualista que rompe con tejidos sociales y comunidades, actuando como forma de dominio y control de las demandas y movilizaciones sociales.
Pero esta inconformidad debe ser destacada. La resistencia social ha ido creciendo y diversificándose dentro de los sectores que han notado el daño que generan las entradas de capitales financieros y las políticas complacientes para estos. Este cambio en la movilización se ha notado en las clases medias de la Ciudad, pero sin duda su espectro se deja ver en toda la urbe, por lo que es importante conocer los casos, analizar la relación que tienen esas prácticas económicas y políticas con la vida de las personas y ligarlos con el contexto de violencia sistémica en el capitalismo y en las políticas neoliberales, para que aunados al activismo y práctica de esos movimientos se expanda la conciencia y la politización que logren tomar espacio en los escenarios políticos para frenar este terrible embate financiero en la Ciudad.
Bibliografía
- Crettiez, Xavier. Las formas de la violencia, Waldhunter, Buenos Aires, 2009. Dávalos, Pablo. La democracia disciplinaria. El proyecto posneoliberal para América Latina, Ediciones desde abajo, Bogotá, 2011.
- Delgadillo, Víctor. “Ciudad de México: megaproyectos urbanos, negocios privados y resistencia social”; en Rodrigo Hidalgo y Michael Janoschka (Editores), La ciudad neoliberal: gentrificación y exclusión en Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad de México y Madrid, Pontificia Universidad Católica, Chile, 2014.
- Engels, Federico. Anti Dürhing. Ediciones de Cultura Popular, México, 1976.
- Harvey, David. El Nuevo Imperialismo. Acumulación por desposesión, Akal, Madrid, 2003.
- Marx, Karl. El capital. Crítica de la economía política, tomo I, vol. 3, Siglo XXI, 4ª edición, México, 1977.
- Poole, Deborah. “Corriendo riesgos: normas, ley y participación en el Estado neoliberal” en Anthropologica, año XXX, no. 30, pp. 83 – 100.
- Smith, Neil. La nueva frontera urbana. Ciudad revanchista y gentrificación, Traficantes de sueños, Madrid, 2012
- Zikek, Slavoj. Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Paidos, Buenos Aires, 2009.
[1] Tesista en la Escuela Nacional de Antropología e Historia
[2] Estas obras han levantado la voz crítica y movilización de varios sectores de la ciudadanía.
[3] Pausado por la movilización popular.
[4] Doble túnel vial impuesto por el actual gobierno de la Ciudad que conllevó la tala de más de mil árboles.
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