A 50 años del 68, número 30,Contruyendo poesía

Las tantas derrotas

Por Nar Cienfuegos

Es como si todos los dioses

nos borrasen de la faz de la tierra

con la estocada de un rayo traicionero.

 

Es como si los dolores de los hombres,

vivos y muertos, se mezclasen

en una prosaica letanía.

 

Es como si el porvenir fuese de piedra,

como si el “sino” no perdonase

los errores de un pasado lejano.

 

Y es como si las verdades

se mantuviesen ocultas

debajo de azares y maldiciones.

 

Casi, casi que se sienten

las voces imperiosas de generaciones

laboriosas, tristonas, derrengadas, vencidas…

 

Casi, casi que se siente

una lucha eterna por salir

de aquella prisión inexistente.

 

Casi, casi que se olvidan

las pequeñeces de hombres viejos

que alguna vez soñaron grandezas.

 

Entonces vuelve la tormenta,

y tras ella no parece haber calma,

sino espada, espada y lucha.

 

Otra vez el sufrir del hombre,

y de su tierra, y de su nombre,

y de su rostro, y de su sombra.

 

Y es como si un día se despertasen

todos los durmientes y los ignaros,

Y comprobasen la cantidad de soledad

 

que abunda en sus corazones,

solitarios, heridos y quejumbrosos,

solitarios, sangrantes pero remendados.

 

Es como si cada Jamás,

cada Nunca y cada Siempre

renaciesen de las cenizas de antaño.

 

Es como si la niñez,

la juventud y la adultez,

no fuesen más que espejismos cómicos.

 

Es como si la tortura de fracasar,

de morir y no ver el fruto de una labor,

ardiese por dentro, cual llama vengativa.

 

Y es como si las eternidades

fuesen cortas, perezosas,

atadas al mandato de unos cuantos ídolos.

 

Casi que, palabras y hombres, continúan

a fuerza de fe, uniendo asperezas,

uniendo esperanzas y poco más.

 

Casi que la estocada de un rayo traicionero

nos obliga a rendirnos

y nos borra de la faz de la tierra.

 

Casi que los dioses de todos los tiempos

se burlan de nuestras contiendas

y de nuestras utopías.

 

Casi que acaba la necesidad de seguir,

de mantener el rumbo fijo

y el corazón henchido.

 

Casi que duele saberse destrozado,

casi que cuesta subir las viles torres,

casi que fracasan las muchas voluntades…

 

Como si demasiado tiempo

le sobrase al hombre para morir,

una y otra vez, una y otra vez…

 

Como si a pesar de tantas jugadas

más que perdidas,

unas tras otras, unas tras otras;

 

a pesar de la derrota y las cadenas,

a pesar de las celdas y los pesares,

a pesar de la continua desgana,

 

los seres de este mundo

se rehusasen a dejar la partida incompleta;

casi, casi, casi…

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